Entrar puntualmente al templo espírita para participar de las reuniones, sin
provocar desorden o perturbación alguna.
El templo es local previamente escogido para el encuentro con las fuerzas
superiores.
Dedicar la mayor atención a los adoctrinadores, sin conversar, bostezar o
toser molestamente, tratando de mantener el justo respeto a ese ámbito de
oración.
Los actos de la persona revelan sus propósitos.
Evitar aplausos y otras manifestaciones que, aunque sean expresiones
sinceras, suelen generar faltas de atención y alteraciones diversas.
El silencio favorece el orden.
Con espontaneidad, privarse de los principales lugares entre el auditorio,
reservando los mismos para los visitantes y las personas incapacitadas
físicamente.
El ejemplo del bien comienza en los gestos más pequeños.
Evitar evocar a determinados Espíritus a efectos de su presencia en el curso
de las sesiones, aceptando, sin exigencia, los dictámenes de la Esfera superior
en lo resuelto para el bien general.
La armonía de los pensamientos condiciona la paz y el progreso de todos.
Acostumbrarse a no confundir pereza o timidez con humildad, abrazando
los encargos que le correspondieren con seguridad y valor.
La disposición de servir, por sí sola, ya simplifica los obstáculos.
Desaprobar la profusión de retratos, cuadros, leyendas o todo tipo de
objetos que puedan ser considerados elementos de ritual, tan usados en diversos
medios religiosos.
La aparatosidad exterior ha cristalizado la fe en todas las civilizaciones
terrestres.
Ofrecer la tribuna doctrinaria solamente a personas conocidas de los
hermanos dirigentes de la institución, a efectos de no peligrar, inadvertida21
mente, con predicaciones de principios extraños a los postulados espíritas.
Quien se ilumina, recibe la responsabilidad de preservar la luz.
En las reuniones doctrinarias, jamás solicitar contribuciones económicas por
medio de colectas; venta de rifas, tómbolas o bonos de contribución, teniendo
en cuenta los inconvenientes que ocasionan y considerando, además, que tales
procederes puedan ser tomados, equívocamente, en condición de pago o
retribución por los beneficios obtenidos.
La pureza de la práctica de la Doctrina Espírita debe ser preservada a toda
costa.
provocar desorden o perturbación alguna.
El templo es local previamente escogido para el encuentro con las fuerzas
superiores.
Dedicar la mayor atención a los adoctrinadores, sin conversar, bostezar o
toser molestamente, tratando de mantener el justo respeto a ese ámbito de
oración.
Los actos de la persona revelan sus propósitos.
Evitar aplausos y otras manifestaciones que, aunque sean expresiones
sinceras, suelen generar faltas de atención y alteraciones diversas.
El silencio favorece el orden.
Con espontaneidad, privarse de los principales lugares entre el auditorio,
reservando los mismos para los visitantes y las personas incapacitadas
físicamente.
El ejemplo del bien comienza en los gestos más pequeños.
Evitar evocar a determinados Espíritus a efectos de su presencia en el curso
de las sesiones, aceptando, sin exigencia, los dictámenes de la Esfera superior
en lo resuelto para el bien general.
La armonía de los pensamientos condiciona la paz y el progreso de todos.
Acostumbrarse a no confundir pereza o timidez con humildad, abrazando
los encargos que le correspondieren con seguridad y valor.
La disposición de servir, por sí sola, ya simplifica los obstáculos.
Desaprobar la profusión de retratos, cuadros, leyendas o todo tipo de
objetos que puedan ser considerados elementos de ritual, tan usados en diversos
medios religiosos.
La aparatosidad exterior ha cristalizado la fe en todas las civilizaciones
terrestres.
Ofrecer la tribuna doctrinaria solamente a personas conocidas de los
hermanos dirigentes de la institución, a efectos de no peligrar, inadvertida21
mente, con predicaciones de principios extraños a los postulados espíritas.
Quien se ilumina, recibe la responsabilidad de preservar la luz.
En las reuniones doctrinarias, jamás solicitar contribuciones económicas por
medio de colectas; venta de rifas, tómbolas o bonos de contribución, teniendo
en cuenta los inconvenientes que ocasionan y considerando, además, que tales
procederes puedan ser tomados, equívocamente, en condición de pago o
retribución por los beneficios obtenidos.
La pureza de la práctica de la Doctrina Espírita debe ser preservada a toda
costa.
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos. — Jesús. MATEO, 18:20
allí estoy yo en medio de ellos. — Jesús. MATEO, 18:20
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