miércoles, 2 de diciembre de 2015

EN EL REINO INTERIOR

“Sigamos, pues, las cosas que contribuyen
para la paz y para la edificación de unos
para con los otros.” – Pablo (Romanos, 14:19)
 
No podemos esperar, mientras tanto, que el Evangelio de Jesús obtenga victoria inmediata
en el espíritu de los pueblos. Su influencia es manifiesta en el mundo, en todas las colectividades; entretanto, refiriéndonos a las masas humanas, somos compelidos a verificar que toda transformación es lenta y difícil.
Pero, no ocurre lo mismo, en la esfera particular del discípulo. Cada espíritu tiene su reino
de sentimientos y raciocinios, acciones y reacciones, posibilidades y tendencias, pensamientos y creaciones.
En ese plano, la enseñanza evangélica puede exteriorizarse en obras inmediatas.
Bastará que el aprendiz se aficione al Maestro.
Mientras el trabajador espía cuestiones del mundo externo, el servicio estará perturbado.
De igual manera, si el discípulo no atiende a las directrices que sirven a la paz edificante, en el
lugar donde permanece, y si no aprovecha los recursos que tenga a mano para concretar la verdadera
fraternidad, su reino interno estará dividido y atormentado, bajo la fuerte tormenta.
No nos entreguemos, por tanto, al desequilibrio de fuerzas en homenajes al mal, a través de
comentarios alusivos a la deficiencia de muchos de nuestros hermanos, cuyo barco aún no arribó a la playa del justo entendimiento.
El camino es infinito y el Padre vela por todos.
Auxiliemos y edifiquemos.
Si eres discípulo del Señor, aprovecha la oportunidad en la construcción del bien. Sembrando paz, cosecharás armonía; santificando las horas con Cristo, jamás conocerás el desamparo

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