lunes, 14 de diciembre de 2015

DE VIAJE

Distribuir, durante el lapso de su viaje, exhortaciones de alegría y esperanza entre quienes compartiesen su itinerario.
El verdadero espírita jamás pierde oportunidad de hacer el bien. Tratar generosamente a los compañeros de trayecto.
La calidad de la fe que nos alienta se trasparenta en toda acción. Ceder, dentro de las posibilidades naturales, las mejores ubicaciones entre el pasaje a las personas más necesitadas.
Un gesto simple define a una causa. Sin olvidar los propios objetivos, prever, por medio de un estudio juicioso y detallado, los tropiezos y las metas del viaje.
La previsión exige vigilancia.
En los acercamientos afectivos, comunes a aquellos que viajan, hacer demostraciones de optimismo para que la tristeza no perjudique la obra de la confianza.
El optimismo genera paz y simpatía.
En la atención debida a los compañeros, cuidar con estima y aprecio de todas las recomendaciones, recados y noticias de que sea portador.
El intercambio amistoso destruye el aislamiento.
No olvidar el respeto, la gentileza y la cordialidad con que se deben tratar, istintamente, a funcionarios y servidores en los vehículos, hoteles, reparticiones y lugares públicos.
 
                        Aquel que anda, deja señales por donde pasa.
                        Andad como hijos de luz. — Pablo. EFESIOS, 5:8

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