viernes, 14 de agosto de 2015

NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y A MAMON E.S.E. Cap XVI Item 10


“Nadie puede servir a dos señores, porque odiará a uno
y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis
servir al mismo tiempo a Dios y a Mamón” (San Lucas, 16:13.)

E.S.E Cap XVI Item 10
Los bienes de la Tierra pertenecen a Dios, que los
distribuye según su voluntad. El hombre no es más que
el usufructuario, el administrador, más o menos íntegro
e inteligente, de esos bienes. A tal punto no constituyen
una propiedad individual del hombre, que Dios invalida a
menudo todas las previsiones, de modo que hace que la
riqueza huya de aquel que se considera con los mejores
títulos para poseerla.
Probablemente diréis que eso se aplica a la riqueza
hereditaria, pero no a la que se consigue con el trabajo.
No cabe duda de que, si existe una riqueza legítima, es
esta última, cuando se adquiere honestamente, porque
una propiedad sólo se obtiene legítimamente cuando para
adquirirla no se ha hecho daño a nadie. Se pedirán cuentas
hasta de un centavo mal habido, es decir, obtenido con
perjuicio para alguien. Con todo, del hecho de que un
hombre deba su riqueza a sí mismo, ¿se concluye que al
morir tendrá alguna ventaja por ello? Las precauciones
que toma para trasmitirla a sus descendientes,
¿no son inútiles muchas veces? Porque, si Dios no
quiere que alguno de ellos la reciba, nada prevalecerá
contra su voluntad. ¿Puede ese hombre usar y abusar
impunemente de su riqueza durante la vida, sin tener
que rendir cuentas? No. Al permitirle que la adquiera, es
probable que Dios tenga la intención de recompensarlo
durante la vida presente, por sus esfuerzos, su valor,
su perseverancia. No obstante, si sólo la emplea para
satisfacción de sus sentidos o de su orgullo, si esa riqueza
se convierte en una causa de equivocación en sus manos,
más le hubiera valido no poseerla, puesto que pierde por
un lado lo que ha ganado por otro, y anula el mérito de su
trabajo. Cuando deje la Tierra, Dios le dirá que ya recibió
su recompensa. 
(M., Espíritu protector, Bruselas, 1861.)

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