4. ¿No oís ya el rugido de la tempestad
que habrá
de arrasar al viejo mundo y que
sepultará en la nada el
conjunto de las iniquidades terrenales?
¡Ah! bendecid al Señor, vosotros, los que habéis depositado vuestra fe en su
soberana justicia, y que, como nuevos apóstoles de la creencia revelada por las
voces proféticas superiores, vais a predicar el nuevo dogma de la reencarnación
y de la elevación de los Espíritus, según hayan cumplido, bien o mal, sus
respectivas misiones, así como soportado sus pruebas terrenales.
¡Ya no temáis! Las lenguas de fuego
están sobre
vuestras cabezas. ¡Auténticos adeptos
del espiritismo,
sois los elegidos de Dios! Id y predicad
la palabra divina.
Ha llegado la hora en que debéis
sacrificar, para su
propagación, vuestras costumbres,
vuestro trabajo y
vuestras actividades fútiles. Id y
predicad: los Espíritus de lo Alto están con vosotros. Por cierto, hablaréis a
personas que no querrán escuchar la voz de Dios, porque esa voz las incita sin
cesar a la abnegación. Predicaréis el desinterés a los avaros, la abstinencia a
los disolutos, la mansedumbre a los tiranos domésticos, como también a los
déspotas.
Palabras perdidas, lo sé. Pero ¡qué
importa! Es preciso
que reguéis con vuestro sudor el terreno
que habréis de sembrar, porque no fructificará ni producirá más que con los
esfuerzos reiterados de la azada y el arado del Evangelio.
¡Id y predicad! Así es, vosotros,
hombres de buena fe, convencidos de vuestra inferioridad en relación con los
mundos diseminados en el infinito, enrolaos en la cruzada contra la injusticia y
la iniquidad. Id y derribad el culto del becerro de oro, cada día más invasor.
¡Avanzad, Dios os conduce! Hombres simples e ignorantes, vuestras lenguas se
desatarán, y
hablaréis como ningún orador lo hace. Id
y predicad, que las poblaciones atentas recogerán felices vuestras palabras de
consuelo, fraternidad, esperanza y paz.
¡Qué importan las emboscadas que os
tenderán en
el camino! Sólo los lobos caen en las
trampas para lobos, porque el pastor sabrá defender sus ovejas de los
carniceros que pretendan sacrificarlas.
Hombres valerosos, id delante de Dios,
pues, más
dichosos que santo Tomás, creéis sin
pedir ver, y aceptáis los hechos de la mediumnidad aunque no hayáis podido obtenerlos
mediante vosotros mismos. Id, el Espíritu de Dios os conduce.
¡Marcha, pues, hacia adelante, falange
imponente
por tu fe! Los numerosos batallones de
los incrédulos se dispersarán ante ti, como la niebla de la mañana ante los primeros
rayos del sol naciente.
La fe es la virtud que transportará
montañas, dijo
Jesús. No obstante, más pesados que las
más pesadas montañas, están depositados en el corazón de los hombres la
impureza y todos los vicios derivados de ella.
Partid, pues, con valor, a fin remover
esa montaña de
iniquidades que las generaciones futuras
sólo llegarán a conocer como una leyenda, del mismo modo que vosotros conocéis
imperfectamente el período que precedió a la civilización pagana.
En efecto, las perturbaciones morales y
filosóficas van
a estallar en todos los puntos del
globo. Se acerca la hora en que la luz divina aparecerá en los dos mundos.
Id, pues. Llevad la palabra divina: a
los grandes, que
la desdeñarán; a los científicos, que
exigirán pruebas; a los pequeños y a los sencillos, que la aceptarán, porque
entre los mártires del trabajo, en esta expiación terrenal, encontraréis el
fervor y la fe. Id, pues ellos recibirán con cánticos de gratitud y alabanza a
Dios el sagrado consuelo que les llevaréis, e inclinarán su frente en agradecimiento
al Creador por la porción que les toca en relación con las miserias de la
Tierra.
¡Que vuestra falange se arme con
decisión y valor!
¡Manos a la obra! El arado está
preparado y la tierra espera: es necesario que trabajéis.
Id y agradeced a Dios la gloriosa tarea
que os ha
confiado. No obstante, tened presente
que, entre los
llamados al espiritismo, muchos se han
desviado. Estad atentos a vuestra ruta, y tomad el camino de la verdad.
PREGUNTA – Si entre los convocados al
espiritismo
muchos se han desviado,
¿mediante qué señales
reconoceremos a los que
están en el camino del bien?
RESPUESTA – Los reconoceréis porque
enseñan y
ponen en práctica los principios de la
verdadera caridad.
Los reconoceréis por la cantidad de
afligidos a los que
brindan consuelo, por su amor al
prójimo, su abnegación y su desinterés personal. Los reconoceréis, en
definitiva, por el triunfo de sus principios, pues Dios quiere que su ley
triunfe. Los que siguen su ley son sus
elegidos y Él les dará la victoria. En cambio, destruirá a los que falsean el
espíritu de esa ley para convertirla en un peldaño que les permita satisfacer
su vanidad y su ambición. (Erasto, ángel de laguarda del médium.
París, 1863.)
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