viernes, 27 de noviembre de 2015

LEVANTAD LOS OJOS


“He aquí lo que yo os digo: Levantad
vuestros ojos y ved las tierras, que ya están
blancas para la siega.” – Jesús (Juan, 4:35)
 
El mundo está lleno de trabajos unidos al estómago.
La existencia terrestre permanece transportando emociones relativas al sexo.
Nadie contesta el fundamento sagrado de ambos, entretanto, no podemos estacionarnos en una o en otra expresión.
Hay que levantar los ojos e indagar en zonas más altas. Es preciso meditar en la cosecha de valores nuevos, atendiendo a nuestro propio granero.
No se resume la vida a fenómenos de nutrición, ni simplemente a la continuidad de la especie.
El hombre requiere un laborioso servicio de iluminación espiritual.
Valiosos conocimientos lo reclaman a esferas superiores.
Las verdades eternas proclaman que la felicidad no es un mito, que la vida no es sólo el corto período de manifestaciones carnales en la Tierra, que la paz es un tesoro de los hijos de Dios, que la grandeza divina es el maravilloso destino de las criaturas; no obstante, para recibir tan altos dones es indispensable levantar los ojos, elevar el entendimiento y santificar los raciocinios.
Es imprescindible lazar la lámpara sublime de la fe, por encima de las sombras.
Hermano muy amado, que te conservas bajo el divino árbol de la vida, no te fijes tan sólo en los frutos de la oportunidad perdida que dejaste podrir, al abandono… ¡No te encarceles en el campo inferior, a contemplar tristezas, fracasos, desengaños! ¡Mira hacia lo alto! ¡Repara en las frondas inmortales, balanceándose al soplo de la Providencia Divina! Entrégate a las labores de la siega y observa que, si las raíces aún se demoran presas al suelo, los ramos lozanos, llenos de frutos sustanciosos, avanzan en el infinito, en dirección a los Cielos.

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