"La vida -decía a propósito de las reformas intelectuales y morales de Ernest Renan- no consiste en la búsqueda de la felicidad" (como ser, por ejemplo: el aumento de las ganancias económicas, el egoísmo, la meditación, el ayuno o el aislamiento de la sociedad humana), sino que, "como lo expresa Carlyle, por la conquista de la más elevada nobleza posible". [...] "El dolor y el placer, la desgracia y la felicidad, son accidentes del viaje". [...] "Se trata, pues, de hallar un principio educador que guíe a los hombres lo mejor posible, que les enseñe a ser constantes en el sacrificio, que los vincule a sus hermanos, sin colocarlos en una situación tal que dependan de las ideas de un solo hombre o de la fuerza de todos. Y este principio es el Deber. Es preciso convencer a los hombres de que ellos, que son hijos de un solo Dios, han de ser en la Tierra los ejecutores de una sola ley; de que cada uno debe vivir, no para sí, sino para los demás; de que el fin de sus vidas no consiste en ser más o menos felices, sino en mejorarse a sí mismos y a los demás, y de que el combatir contra la injusticia y el error, en cualquier parte que se los encuentre, en pro de sus hermanos, no es solamente un derecho, sino también un deber: un deber que no se puede descuidar sin caer en la culpa, un deber para toda la vida". [...] "La vida es una misión". [...] "La vida es una lucha contra el mal, al que no podemos hacer desaparecer aquí abajo, pero debemos mantenernos en guerra constante contra él y reducir continuamente su señorío". [...] "La suprema virtud es el sacrificio; es preciso pensar, obrar,combatir y padecer siempre que sea necesario, pero no por nosotros, sino por los demás: por el triunfo del bien sobre el mal". [...] "Dios no os preguntará al juzgaros: ¿qué has hecho por tu alma?, sino ¿qué has hecho por las almas de los que te había dado por hermanos?" [...] "Cuando siento que me dicen: He aquí un justo, pregunto: ¿Cuántas almas se han salvado por él?" [...] "¿Para qué sirven las ideas cuando no es posible encarnarlas en actos?" [...] "Dios piensa obrando, y nosotros, desde lejos, debemos imitarlo". [...] "El que separa la fe y el pensamiento de la acción y al hombre moral del hombre práctico o político, no es verdaderamente religioso
Las lecciones de la guerra -dicen ellos sustancialmente-, no trajeron los frutos que hubimos de esperar. Luego de la experiencia vivida, lo material cayó más pesadamente sobre el espíritu: se sobreexcitaron los apetitos, la avidez. ¿Cómo detener este desborde de las pasiones que nos arrastra hacia el abismo? Actuando sobre el medio que las desencadena: ¡el dinero! De ahí la crisis financiera que afecta despiadadamente en la hora actual.
Todos han de sentirse alcanzados por este mal desde el punto de vista social o financiero. Cada uno debe hacer un regreso al pasado, interrogar y medir sus propias responsabilidades. Entonces, recién, se podrá producir una mudanza radical. De acuerdo con una ley inmanente y superior, todo producto económico adquirido sin escrúpulo, sin trabajo, será volatilizado; así se pueden prever ruinas y catástrofes innumerables, como la caída de grandes empresas.
Desde el punto de vista espiritual, es preciso regenerar a las masas a través del trabajo y de una nueva orientación, pues es por el trabajo que se pueden crear los elementos necesarios para los cambios que son la fuente vital de la existencia. El dinero, que después de la guerra había perdido su valor, produciéndose un profundo desfasaje, deberá restablecerse gradualmente en razón del esfuerzo y del trabajo nacional. Vuestros vecinos intrigan contra ustedes, sin embargo, tales intrigas se vuelven contra ellos mismos.
Tened presente que no es por la pérdida de tantas vidas humanas, sino por la pérdida de grandes fortunas que vuestra población comprenderá mejor la ley del trabajo y a ella se someterá de buen grado. Existe, además, el miedo, que es el inicio de la sabiduría. La crisis será resuelta por el mismo juego de los acontecimientos que lo Alto juzgó útil dejar madurar. Es preciso esperar aún por la solución de esta crisis y de las luchas políticas y económicas.
Todos han de sentirse alcanzados por este mal desde el punto de vista social o financiero. Cada uno debe hacer un regreso al pasado, interrogar y medir sus propias responsabilidades. Entonces, recién, se podrá producir una mudanza radical. De acuerdo con una ley inmanente y superior, todo producto económico adquirido sin escrúpulo, sin trabajo, será volatilizado; así se pueden prever ruinas y catástrofes innumerables, como la caída de grandes empresas.
Desde el punto de vista espiritual, es preciso regenerar a las masas a través del trabajo y de una nueva orientación, pues es por el trabajo que se pueden crear los elementos necesarios para los cambios que son la fuente vital de la existencia. El dinero, que después de la guerra había perdido su valor, produciéndose un profundo desfasaje, deberá restablecerse gradualmente en razón del esfuerzo y del trabajo nacional. Vuestros vecinos intrigan contra ustedes, sin embargo, tales intrigas se vuelven contra ellos mismos.
Tened presente que no es por la pérdida de tantas vidas humanas, sino por la pérdida de grandes fortunas que vuestra población comprenderá mejor la ley del trabajo y a ella se someterá de buen grado. Existe, además, el miedo, que es el inicio de la sabiduría. La crisis será resuelta por el mismo juego de los acontecimientos que lo Alto juzgó útil dejar madurar. Es preciso esperar aún por la solución de esta crisis y de las luchas políticas y económicas.
Por el momento, lo que importa es que cada uno se vuelque hacia sí mismo; para ello la Espiritualidad ayudará. Una nación sin ideal, sin un fin elevado, va en pos de su destrucción. Además de esto, los círculos políticos más opuestos deben inspirarse en un ideal superior, un ideal que se alíe al racionalismo más amplio.
La vida actual, no siendo más que un estado transitorio, ninguno de los problemas que con ella se relacionan puede ser resuelto con lógica si se negligencia tener en cuenta todo lo que la condiciona su pasado y la finalidad que ella debe alcanzar en el futuro.
Antes que nada, conviene desarrollar el sentido moral en el niño, en el adulto, es decir, el sentido elevado de la vida, de sus deberes, de sus responsabilidades; grabar profundamente en el pensamiento y en el corazón del ser humano esta ley imprescindible de las consecuencias de los actos que enfrentamos en el curso de nuestra vida, todos los acontecimientos, buenos o malos que nos hubiéramos creado en el pasado.
Entonces la dignidad humana se hallaría realmente ennoblecida, la existencia revestiría un carácter más digno, una finalidad más precisa, y esto equivaldría a la construcción, mediante nuestros esfuerzos y cuidados a través de los siglos, de nuestra personalidad, la edificación de nuestro destino. Somos lo que hicimos de nosotros; nuestra existencia, feliz o desgraciada, corre bajo la exclusiva responsabilidad propia; en consecuencia, la acción de la justicia se muestra evidente en el encadenamiento de nuestras vidas. Todo lo que hacemos a través del tiempo recae sobre nuestro Ser bajo la forma de alegrías o dolores. ¿Cómo el futuro podría ser mejor que el pasado si continuamos sembrando en el presente los gérmenes del odio, las causas de las discordias y de los desencuentros, si el débil continúa siendo expoliado por el fuerte, si tantos corazones sensibles son ultrajados por el egoísmo y la brutalidad, en síntesis, si el hombre sigue mostrándose cruel para con el hombre?
Todos los fluidos impuros causados por nuestras pasiones, engendrados por las obras del mal, por las injusticias cometidas, se acumulan silenciosamente sobre nosotros; mas, llega un día, cuando la medida haya sido colmada, en que la tempestad se desata bajo la forma de flagelos, de calamidades, fuentes de nuevos sufrimientos, dado que los excesos conducen, fatalmente, a un acrecentamiento del dolor hasta que el equilibrio sea restablecido en el orden moral como lo es en el orden físico.
El abuso de los placeres, el exceso de lujo, el alcoholismo, la perversión se rescatan por el sufrimiento, las privaciones y la miseria. Aprendamos a ser sobrios y medidos en todas las cosas. El hombre común frecuenta mucho los bares, prefiere los filmes con temas borrascosos y los ambientes de baja estofa. Mas es preciso que las clases dirigentes den el ejemplo a efecto de no volcarlo hacia los placeres, que son la regla predominante en su vida.
Las catástrofes, el juego de lo que denominamos las fuerzas ciegas, nos parecen inexplicables sólo porque desconocemos las causas invisibles que los producen y que, muchas veces, emanan de nosotros mismos y se explican por nuestra inferioridad y las sucesivas violaciones que cometemos de la ley.
Contrariamente a esto, toda alma compenetrada por el conocimiento de esta ley, por esta necesidad de evolucionar, sentirá la grandeza de su papel y de su comportamiento. En presencia de este orden universal, que siempre nos hace sentir los efectos de las causas; ante esta perfección de manifestaciones y de reglas, ella comprenderá que esta magnificencia está llamada a realizar en ella y en su entorno y que, por ello, lo infinito del tiempo y del espacio le quedan franqueados.
Si consagráramos a la educación de las masas y a la vulgarización de estos principios soberanos apenas un cuarto de las sumas que gastamos en las obras de destrucción y de muerte, la faz de nuestro mundo se vería inmediatamente modificada y el progreso sería mucho más rápido en los servicios de las obras sociales. Por el desarrollo del sentido moral y la evolución del intelecto muchas causas de los sufrimientos desaparecerían y la humanidad se encaminaría, con pasos más seguros, hacia tiempos mucho mejores.
La vida actual, no siendo más que un estado transitorio, ninguno de los problemas que con ella se relacionan puede ser resuelto con lógica si se negligencia tener en cuenta todo lo que la condiciona su pasado y la finalidad que ella debe alcanzar en el futuro.
Antes que nada, conviene desarrollar el sentido moral en el niño, en el adulto, es decir, el sentido elevado de la vida, de sus deberes, de sus responsabilidades; grabar profundamente en el pensamiento y en el corazón del ser humano esta ley imprescindible de las consecuencias de los actos que enfrentamos en el curso de nuestra vida, todos los acontecimientos, buenos o malos que nos hubiéramos creado en el pasado.
Entonces la dignidad humana se hallaría realmente ennoblecida, la existencia revestiría un carácter más digno, una finalidad más precisa, y esto equivaldría a la construcción, mediante nuestros esfuerzos y cuidados a través de los siglos, de nuestra personalidad, la edificación de nuestro destino. Somos lo que hicimos de nosotros; nuestra existencia, feliz o desgraciada, corre bajo la exclusiva responsabilidad propia; en consecuencia, la acción de la justicia se muestra evidente en el encadenamiento de nuestras vidas. Todo lo que hacemos a través del tiempo recae sobre nuestro Ser bajo la forma de alegrías o dolores. ¿Cómo el futuro podría ser mejor que el pasado si continuamos sembrando en el presente los gérmenes del odio, las causas de las discordias y de los desencuentros, si el débil continúa siendo expoliado por el fuerte, si tantos corazones sensibles son ultrajados por el egoísmo y la brutalidad, en síntesis, si el hombre sigue mostrándose cruel para con el hombre?
Todos los fluidos impuros causados por nuestras pasiones, engendrados por las obras del mal, por las injusticias cometidas, se acumulan silenciosamente sobre nosotros; mas, llega un día, cuando la medida haya sido colmada, en que la tempestad se desata bajo la forma de flagelos, de calamidades, fuentes de nuevos sufrimientos, dado que los excesos conducen, fatalmente, a un acrecentamiento del dolor hasta que el equilibrio sea restablecido en el orden moral como lo es en el orden físico.
El abuso de los placeres, el exceso de lujo, el alcoholismo, la perversión se rescatan por el sufrimiento, las privaciones y la miseria. Aprendamos a ser sobrios y medidos en todas las cosas. El hombre común frecuenta mucho los bares, prefiere los filmes con temas borrascosos y los ambientes de baja estofa. Mas es preciso que las clases dirigentes den el ejemplo a efecto de no volcarlo hacia los placeres, que son la regla predominante en su vida.
Las catástrofes, el juego de lo que denominamos las fuerzas ciegas, nos parecen inexplicables sólo porque desconocemos las causas invisibles que los producen y que, muchas veces, emanan de nosotros mismos y se explican por nuestra inferioridad y las sucesivas violaciones que cometemos de la ley.
Contrariamente a esto, toda alma compenetrada por el conocimiento de esta ley, por esta necesidad de evolucionar, sentirá la grandeza de su papel y de su comportamiento. En presencia de este orden universal, que siempre nos hace sentir los efectos de las causas; ante esta perfección de manifestaciones y de reglas, ella comprenderá que esta magnificencia está llamada a realizar en ella y en su entorno y que, por ello, lo infinito del tiempo y del espacio le quedan franqueados.
Si consagráramos a la educación de las masas y a la vulgarización de estos principios soberanos apenas un cuarto de las sumas que gastamos en las obras de destrucción y de muerte, la faz de nuestro mundo se vería inmediatamente modificada y el progreso sería mucho más rápido en los servicios de las obras sociales. Por el desarrollo del sentido moral y la evolución del intelecto muchas causas de los sufrimientos desaparecerían y la humanidad se encaminaría, con pasos más seguros, hacia tiempos mucho mejores.
La guerra -como dijimos precedentemente-, en vez de servir de lección, fue seguida por un despertar de pasiones violentas y de mezquinos apetitos. El poder corruptor del dinero, el afloramiento de los vicios y de los crímenes no hicieron más que acrecentarse. Ni la religión, ni las ciencias, ni las disciplinas sociales pudieron detener, o por lo menos amortiguar, a esta ola oprobiosa que invade a la humanidad. En este momento se muestra evidente la necesidad de otra cosa, ahora que tantas o casi todas las instituciones han demostrado su impotencia.
La intervención del mundo invisible se torna imprescindible para despertar en los cerebros obnubilados la noción de la inmortalidad y los deberes que el conocimiento de ella implica. Esto debería hacerse gradualmente, a efecto de no perturbar los cerebros oscurecidos y desequilibrados. Es necesario un apoyo respecto a la acumulación de pruebas irrefutables. Y esto es lo que se está realizando a través de una acción providencial. De esta manera la humanidad, desgarrada y desorientada, recibe este impulso de lo Alto que la conducirá hacia un camino seguro, a la ruta real del alma -conforme a la expresión de Platón.
Ante las vastas perspectivas que se le abren y con las cuales él se familiarizaría poco a poco, el hombre se sentiría impulsado a elevar su pensamiento por encima de las bajas contingencias terrestres y miraría frente a frente a ese objetivo aún distante, pero que tan grandioso se le está mostrando.
Ante las vastas perspectivas que se le abren y con las cuales él se familiarizaría poco a poco, el hombre se sentiría impulsado a elevar su pensamiento por encima de las bajas contingencias terrestres y miraría frente a frente a ese objetivo aún distante, pero que tan grandioso se le está mostrando.
El vocablo invisible se convertiría en una fuente inmensa en que todos los pensadores, escritores, poetas, artistas e inspirados irían a beber, de la manera como inconscientemente lo ha hecho la mayor parte de los hombres del pasado, colaborando con lo invisible; mas en el futuro esta colaboración será más consciente y solidaria, requerida y solicitada, y la obra humana a través de ella se verá fecundada y centuplicada.
Además, es en vano que se procure la felicidad en la posesión de los bienes materiales y los goces terrestres, ya que el soplo de la muerte nos arrebata todo eso efímero. La felicidad radica en la aceptación feliz y alegre de la ley del trabajo y del progreso, de la realización leal de la tarea que el destino nos impone, de lo que resulta la satisfacción de la conciencia, único bien que podemos encontrar en la vida pos mortem.
Leon Denis
Leon Denis
No hay comentarios:
Publicar un comentario