“Es necesario sufrir para adquirir y conquistar. Los actos de sacrificio aumentan las radiaciones psíquicas. Hay como una cinta luminosa que sigue, en el Espacio, a los Espíritus de los héroes y de los mártires.
Aquellos que no sufrieron mal pueden comprender estas cosas, porque en ellos solo está la superficie del ser “arrodeada”, valorizada… Hay falta de espacio en sus corazones, de efusión en sus sentimientos, su pensamiento cubre apenas diminutos horizontes.
Son necesarios los infortunios y las angustias para dar al Alma su terciopelo, su belleza moral, para despertar sus sentidos adormecidos. La vida dolorosa es el alambique donde se destilan los seres para los mundos mejores. La forma, como el corazón, todo se embellece por haber sufrido. Hay en esta vida, un no se que de grande y enternecido en los rostros que las lagrimas surcaron muchas veces. Toman una expresión de belleza austera, una especie de majestad que impresiona y seduce.
(…) Nuestra alma es nuestra obra, con efecto, obra capital y fecundada, que supera en grandeza todas las manifestaciones parciales del Arte, de la Ciencia y del genio. Todavía, las dificultades de ejecución son correlativas al esplendor del objetivo y, delante la penosa tarea de reforma interior, de combate incesante bloqueado con las pasiones, con la materia, ¿cuántos artistas no se desaniman? ¿Cuántas veces no abandona el cincel? Es entonces que Dios envía un auxilio. ¡El dolor!... Ella cava osadamente en las profundidades de la conciencia a que el trabajador emocionante y torpe no podía o no sabia llegar; borra los recursos, moldea los contornos; elimina o destruye lo que era inútil o malo y, del mármol frío, informe, sin belleza, de estatua fea y grosera, que nuestras manos mal habían esbozado, hace surgir con el tiempo la estatua viva, la obra prima incomparable, las formas armoniosas y suaves de la Divina Psique.
El dolor no hiere solamente a los culpables. En nuestro mundo, el hombre honrado sufre tanto como el malo, lo que es explicable. En primer lugar, el alma virtuosa es más sensible por ser más adelantada a su grado de evolución; después estima muchas veces la búsqueda de dolor para conocer todo su valor.
De estas almas que solo vienen a este mundo para dar el ejemplo de la grandeza en el sufrimiento, son, a su vez, misioneros y su misión no es menos bella y conmovedora que la de los grandes reveladores. Se encuentran en todos los tiempos y ocupan todos los planos de la vida, están en pie en las cimas resplandecientes de la Historia, y para encontrarlas es necesario buscarlas en el medio de la multitud donde se encuentran, escondidas y humildes.
EL Problema del ser el destino y el dolor, Leon Denis.
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