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Cuando te sientas sitiado por el desfallecimiento, debilitado y sin fuerzas, y el cansancio te insinúe el desanimo, detente un poco y rehacete.
El cansancio es mal connsejero.
Produce irritación e indiferencia tomandote las energias y
extenuandote.
Renueva el paisaje mental, buscando motivación que te
predisponga a la tarea de seguir…
Por un momento descansa con el fin de conseguir el vigor y
el entusiasmo para continuar activo.
En otras circunstancias cambia de actividad, evitando la monotonía
que intoxica los centros de atención y entorpece las fuerzas.
No te concedas el lujo del descanso exagerado, evitando caer
en la negligencia ante el deber.
Con método y con ritmo, conseguirás el equilíbrio
psicológico que se necesita para no rendirse hasta el agotamiento y rendirse
exhausto.
Jesus dijo muy apropiadamente , en una invaluable leccion,
que *" Hasta ahora mi Padre trabaja y yo también trabajo” … sin cansancio y sin enfado.
La mente renovada por la oración y el cuerpo estimulado por
la conciencia del deber no desfallece ante los fardos, aunque a veces es casi
inevitable la fatiga.
Trabajar siempre con alegría permite que no haya la perturbación
que el cansancio ofrece.
Joanna de Angelis
*Evangelio citado: Juan 5:17
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