La herencia de la culpa en
el inconsciente humano es responsable de innumerables desequilibrios que de
ella se desprenden, al ocultarse detrás de variadas expresiones que se
transforman en un fenómeno inevitable dentro del proceso de adquisición de un nivel
superior de consciencia.
Después de vencer la
situación transitoria de preparación de la consciencia adormecida, el espíritu
reencarnado descubre el paisaje fascinante y casi infinito que forma parte de
su existencia corporal, proporcionándole aspiraciones de crecimiento más amplias,
con miras de alcanzar el elevado nivel de conciencia cósmica.
Los errores y crímenes
practicados durante la fase inicial de conquista de la razón y el
discernimiento debido al despertar de la consciencia emanan de los archivos
profundos del self y reaparecen en la
personalidad a modo de imposición opresora.
Muchas veces resulta
inevitable la instalación mortificante de la conciencia de culpa que
inconscientemente induce al miedo.
Se trata de un miedo
absurdo, que se transforma en trastorno del compartimiento agravado por la
natural aceptación del paciente, que lo aumenta debido a la inseguridad
emocional, razón por la cual a menudo se vuelve una patología que puede derivar
en síndrome de pánico o en graves trastornos depresivos.
Cuando el miedo se muestra
en comportamientos signados por la timidez, hay una natural tendencia a la
alienación en la convivencia social, al aislamiento, rumiando pensamientos
pesimistas en relación consigo mismo y con los demás o transformando el sentimiento
de rabia ml contenida que lo empuja hacia temores imprevisibles.
Como hecho normal, todos
son víctimas del miedo a lo desconocido.
Cuando se espera la
concreción de algo ambicionado, es natural que surjan dudas en forma de miedo a
que no se concrete; cuando alguien siente afecto por otro, surge el miedo de no
ser correspondido; ante la inestabilidad de los fenómenos existenciales el
miedo ocupa un lugar destacado, tal como
sucede con otros sentimientos. No obstante, cuando es exagerado, genera situaciones
conflictivas, estimula la imaginación atormentada, produce ansiedad,
sudoraciones, arritmia cardíaca, y se identifica de inmediato un estado de
pánico que asoma y amenaza la estabilidad emocional.
En esas circunstancias, se
instala el trastorno fóbico bajo la condición de un opresor gigantesco, más
temible cada día, que violenta la lógica y genera otros disturbios en el
comportamiento de los individuos.
Psicológicamente, el miedo
condicionado es el resultado de un proceso de acumulación de ese fenómeno toda
vez que, asociado a un estímulo casi siempre de naturaleza neutra, reacciona al
mismo.
Casi siempre cultivado,
debería ser racionalizado, a fin de inutilizar su procedencia y constatar que
su origen reside más en la imaginación recelosa que en el factor real de
desequilibrio y de prevención del peligro.
Se puede afirmar que
existen factores endógenos y exógenos que responden por la presencia del miedo.
E el primer caso, los comportamientos infelices de reencarnaciones anteriores
lo graban en los repliegues del periespíritu que, a su vez, instala en el
inconsciente profundo las matrices de recelo de ser identificado, descubierto
como autor de los daños que fueron producidos en otros y que intentó ignorar,
disfrazándose de inocente. En ese sentido, podemos incluir las perturbaciones
de naturaleza espiritual, en forma de sutiles obsesiones, consecuencia de
aquellos actos infortunados que quedaron sin saldar en el pasado.
En el segundo caso, las
actitudes educacionales en el hogar, las relaciones familiares agresivas, la
falta de respeto a la identidad infantil, los relatos espeluznantes en los
cuales muchos adultos se complacen para atemorizar a los niños, los
comportamientos agresivos de las personas, producen miedos que se guardan en la
medida que el crecimiento mental y emocional amplia la capacidad de conducta
del educado.
Al mismo tiempo los
aterradores fenómenos sísmicos que periódicamente arrasan el planeta, que
arrebatan vidas, que destruyen ciudades y amenazan otros, el virulento
terrorismo político internacional, la violencia urbana, las injusticias
sociales profundas, la competición perversa por la proyección en el mundo de
los negocios, de los entretenimientos, del poder de cualquier naturaleza,
producen miedo en aquellas cuya constitución emocional, perturbada desde la
infancia por los temores que le inculcaron, se convierten en temores
inquietantes.
La impotencia del ser
humano ante los fenómenos de la Naturaleza y la casi indiferencia de algunas
autoridades del mundo con relación a sus gobernados, refugiándose en el
silencio y en el temor que se presenta amenazador.
Gran parte de las
informaciones de los medios de comunicación (basura) que se complacen en
exaltar lo extravagante, lo agresivo para contexto social, el crimen,
contribuyen a la alucinación de algunos enfermos perversos que se sienten
estimulados a la práctica de arbitrariedades, así como hacen crecer el miedo a
la convivencia, a las relaciones con otros individuos, vistos siempre como
futuros agresores.
Esos miedos siempre impiden
el reposo, desencadenan recelos imaginarios, e incluso cuando están apoyados
con acontecimientos reales, aumentan su intensidad, tornándose casi
insoportables.
Atormentan la vida y no
evitan que sucedan los fenómenos desagradables, que se intenta evitar sin una
pedagogía apropiada.
Es como si aquello a lo
que más se teme siempre ocurriese, exactamente porque se halla registrada en la
esencia del ser la necesidad de esa experiencia para que sea vivenciada, para
contribuir eficazmente en favor de la madurez psicológica, del crecimiento
cultural, de la realización personal.
Los caminos que no son
recorridos prosiguen siempre como incógnitas desafiantes.
En los tormentosos
fenómenos de obsesión espiritual, la inducción telepática del perseguidor hace
que la víctima se resista a todo lo que a su alrededor pueda ser útil para su
recuperación, para la reconquista de la salud y del equilibrio. Teleguiado por
el adversario invisible, experimenta el desánimo que deriva del miedo que le es
impuesto, adoptando una conducta extraña, enfermiza…
Lo mismo sucede cuando se
está preocupado en exceso por la realización de un proyecto que es muy importante
o por una programación que se presenta relevante, entonces el cansancio, la
falta de renovación del entusiasmo desencadenan el miedo al fracaso, por lo que
se adopta es postura desastrosa.
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