domingo, 8 de febrero de 2015

PSICOPATOLOGÍA DEL MIEDO


La herencia de la culpa en el inconsciente humano es responsable de innumerables desequilibrios que de ella se desprenden, al ocultarse detrás de variadas expresiones que se transforman en un fenómeno inevitable dentro del proceso de adquisición de un nivel superior de consciencia.

Después de vencer la situación transitoria de preparación de la consciencia adormecida, el espíritu reencarnado descubre el paisaje fascinante y casi infinito que forma parte de su existencia corporal, proporcionándole aspiraciones de crecimiento más amplias, con miras de alcanzar el elevado nivel de conciencia cósmica.

Los errores y crímenes practicados durante la fase inicial de conquista de la razón y el discernimiento debido al despertar de la consciencia emanan de los archivos profundos del self y reaparecen en la personalidad a modo de imposición opresora.

Muchas veces resulta inevitable la instalación mortificante de la conciencia de culpa que inconscientemente induce al miedo.

Se trata de un miedo absurdo, que se transforma en trastorno del compartimiento agravado por la natural aceptación del paciente, que lo aumenta debido a la inseguridad emocional, razón por la cual a menudo se vuelve una patología que puede derivar en síndrome de pánico o en graves trastornos depresivos.

Cuando el miedo se muestra en comportamientos signados por la timidez, hay una natural tendencia a la alienación en la convivencia social, al aislamiento, rumiando pensamientos pesimistas en relación consigo mismo y con los demás o transformando el sentimiento de rabia ml contenida que lo empuja hacia temores imprevisibles.

Como hecho normal, todos son víctimas del miedo a lo desconocido.

Cuando se espera la concreción de algo ambicionado, es natural que surjan dudas en forma de miedo a que no se concrete; cuando alguien siente afecto por otro, surge el miedo de no ser correspondido; ante la inestabilidad de los fenómenos existenciales el miedo ocupa un lugar destacado,  tal como sucede con otros sentimientos. No obstante, cuando es exagerado, genera situaciones conflictivas, estimula la imaginación atormentada, produce ansiedad, sudoraciones, arritmia cardíaca, y se identifica de inmediato un estado de pánico que asoma y amenaza la estabilidad emocional.

En esas circunstancias, se instala el trastorno fóbico bajo la condición de un opresor gigantesco, más temible cada día, que violenta la lógica y genera otros disturbios en el comportamiento de los individuos.

Psicológicamente, el miedo condicionado es el resultado de un proceso de acumulación de ese fenómeno toda vez que, asociado a un estímulo casi siempre de naturaleza neutra, reacciona al mismo.

Casi siempre cultivado, debería ser racionalizado, a fin de inutilizar su procedencia y constatar que su origen reside más en la imaginación recelosa que en el factor real de desequilibrio y de prevención del peligro.

Se puede afirmar que existen factores endógenos y exógenos que responden por la presencia del miedo. E el primer caso, los comportamientos infelices de reencarnaciones anteriores lo graban en los repliegues del periespíritu que, a su vez, instala en el inconsciente profundo las matrices de recelo de ser identificado, descubierto como autor de los daños que fueron producidos en otros y que intentó ignorar, disfrazándose de inocente. En ese sentido, podemos incluir las perturbaciones de naturaleza espiritual, en forma de sutiles obsesiones, consecuencia de aquellos actos infortunados que quedaron sin saldar en el pasado.

En el segundo caso, las actitudes educacionales en el hogar, las relaciones familiares agresivas, la falta de respeto a la identidad infantil, los relatos espeluznantes en los cuales muchos adultos se complacen para atemorizar a los niños, los comportamientos agresivos de las personas, producen miedos que se guardan en la medida que el crecimiento mental y emocional amplia la capacidad de conducta del educado.

Al mismo tiempo los aterradores fenómenos sísmicos que periódicamente arrasan el planeta, que arrebatan vidas, que destruyen ciudades y amenazan otros, el virulento terrorismo político internacional, la violencia urbana, las injusticias sociales profundas, la competición perversa por la proyección en el mundo de los negocios, de los entretenimientos, del poder de cualquier naturaleza, producen miedo en aquellas cuya constitución emocional, perturbada desde la infancia por los temores que le inculcaron, se convierten en temores inquietantes.

La impotencia del ser humano ante los fenómenos de la Naturaleza y la casi indiferencia de algunas autoridades del mundo con relación a sus gobernados, refugiándose en el silencio y en el temor que se presenta amenazador.

Gran parte de las informaciones de los medios de comunicación (basura) que se complacen en exaltar lo extravagante, lo agresivo para contexto social, el crimen, contribuyen a la alucinación de algunos enfermos perversos que se sienten estimulados a la práctica de arbitrariedades, así como hacen crecer el miedo a la convivencia, a las relaciones con otros individuos, vistos siempre como futuros agresores.

Esos miedos siempre impiden el reposo, desencadenan recelos imaginarios, e incluso cuando están apoyados con acontecimientos reales, aumentan su intensidad, tornándose casi insoportables.

Atormentan la vida y no evitan que sucedan los fenómenos desagradables, que se intenta evitar sin una pedagogía apropiada.

Es como si aquello a lo que más se teme siempre ocurriese, exactamente porque se halla registrada en la esencia del ser la necesidad de esa experiencia para que sea vivenciada, para contribuir eficazmente en favor de la madurez psicológica, del crecimiento cultural, de la realización personal.

Los caminos que no son recorridos prosiguen siempre como incógnitas desafiantes.

En los tormentosos fenómenos de obsesión espiritual, la inducción telepática del perseguidor hace que la víctima se resista a todo lo que a su alrededor pueda ser útil para su recuperación, para la reconquista de la salud y del equilibrio. Teleguiado por el adversario invisible, experimenta el desánimo que deriva del miedo que le es impuesto, adoptando una conducta extraña, enfermiza…

Lo mismo sucede cuando se está preocupado en exceso por la realización de un proyecto que es muy importante o por una programación que se presenta relevante, entonces el cansancio, la falta de renovación del entusiasmo desencadenan el miedo al fracaso, por lo que se adopta es postura desastrosa.

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