1. “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellosveran a Dios.(San Mateo, 5: 8.)
2. Entonces le presentaron a unos niños, para que Él los
tocara; y como sus discípulos apartaban con palabras ásperas a quienes los presentaban, Jesús, al ver eso, se disgustó y les dijo:
“Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque el reino de los Cielos es para los que se les parecen. En verdad os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entraráen él”. Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos
sobre ellos. (San Marcos, 10:13 a 16.)
tocara; y como sus discípulos apartaban con palabras ásperas a quienes los presentaban, Jesús, al ver eso, se disgustó y les dijo:
“Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque el reino de los Cielos es para los que se les parecen. En verdad os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entraráen él”. Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos
sobre ellos. (San Marcos, 10:13 a 16.)
E.S.E.Cap VIII item 3.
La pureza del corazón es inseparable de la simplicidad y de la humildad. Excluye todo pensamiento de egoísmo y de orgullo. Por eso Jesús toma a la infancia como emblema de esa pureza, del mismo modo que la tomó como el de la humildad.
Esa comparación podría parecer injusta, si se considera que el Espíritu del niño puede ser muy antiguo, y que trae, al renacer a la vida corporal, las imperfecciones de las que no se ha despojado en las existencias precedentes. Sólo un Espíritu llegado a la perfección podría darnos el ejemplo de la verdadera pureza. No obstante, la comparación es exacta desde el punto de vista de la vida presente; porque el niño, dado que aún no ha podido manifestar ninguna tendencia perversa, nos ofrece la imagen de la inocencia y del candor. Por otra parte, Jesús no dice de un modo absoluto que el reino de los Cielos es para ellos, sino para los que se les parecen.
Esa comparación podría parecer injusta, si se considera que el Espíritu del niño puede ser muy antiguo, y que trae, al renacer a la vida corporal, las imperfecciones de las que no se ha despojado en las existencias precedentes. Sólo un Espíritu llegado a la perfección podría darnos el ejemplo de la verdadera pureza. No obstante, la comparación es exacta desde el punto de vista de la vida presente; porque el niño, dado que aún no ha podido manifestar ninguna tendencia perversa, nos ofrece la imagen de la inocencia y del candor. Por otra parte, Jesús no dice de un modo absoluto que el reino de los Cielos es para ellos, sino para los que se les parecen.
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