Automáticamente, por fuerza de la lógica, elige el hombre en la contabilidad una de las fuerzas de base a su camino.
Cuentas mayores legalizan las relaciones del comercio, y cuentas meno-res reglamentan el equilibrio del hogar.
Débitos pagados mejoran las credenciales de cualquier ciudadano mien-tras que los compromisos menospreciados desprestigian la ficha de cualquiera.
Así también, más allá del sepulcro surge el registro contable de la me-moria como elemento de contraste de nuestro propio valor.
La facultad de recordar es el agente que nos premia o nos pune, ante los aciertos y los desaciertos de la ruta.
De esa forma, si los actos laudables son recursos de bendecida renova-ción y profunda alegría en los recesos del alma, las acciones infelices se yer-guen, más allá del túmulo, en fantasmas de remordimiento y aflicción en el mundo de la conciencia.
Nos espera el recuerdo de crímenes perpetrados, faltas cometidas, erro-res intencionados, palabras delictuosas y omisiones lamentables, imponiéndo-nos en reflejos dolorosos el efecto de nuestras caídas y el resultado de nues-tros desórdenes, cuando los sentidos de la esfera física ya no nos tranquilizan las ilusiones.
No olvidéis, así, que más allá de la muerte la vida nos aguarda en perpe-tuidad de grandeza y de luz, y que en esas mismas dimensiones de glorifica-ción y belleza la memoria imperecedera es siempre el espejo que nos refleja el pasado, a fin de que la sombra reinante en nosotros se disuelva en las leccio-nes del presente empujándonos hacia delante, desenredados de la tiniebla, en el rastro de la perfección con que nos hace señas el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario