lunes, 19 de enero de 2015

NO PENSEIS QUE HE VENIDO A ABROGAR LA LEY O LOS PROFETAS

No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas: no he venido a
abrogarlos, sino a darles cumplimiento; porque en verdad os digo, que hasta que
pase el cielo y la tierra, no pasará de la ley ni un punto, ni un tilde, sin que todo
sea cumplido. (San Mateo, cap. V, v. 17 y 18).
E.S.E Cap II Ítem 11


San Agustín es uno de los más grandes propagadores del Espiritismo; se


manifiesta casi en todas partes, y la razón de ello está en la vida de este gran filósofo

cristiano. Pertenece a aquella vigorosa falange de Padres de la Iglesia a los cuales la

cristiandad debe sus más sólidos apoyos. Como muchos, fué arrebatado al paganismo,

mejor dicho, a la más profunda impiedad, por el resplandor de la verdad. Cuando en

medio de sus desvíos sintió en su alma esta vibración extraña que le hizo volver en sí

mismo y comprender que la felicidad estaba en otra parte y no en los placeres embriagadores

y fugitivos; cuando, en fin, marchando por el camino de Damasco, oyó

también la voz santa que le gritaba; Saul, Saul, ¿por qué me persigues?, exclamó: ¡Dios

mío! ¡Dios mío! perdóname, creo, ¡soy cristiano!; y desde entonces fué uno de los más

firmes defensores del Evangelio. Se pueden leer en las notables confesiones que nos dejó este

espíritu eminente, las palabras características y proféticas al mismo tiempo, que

pronunció después de haber perdido a santa Mónica: "Estoy convencido de que mi

madre volverá a visitarme y a darme consejos, revelándome lo que nos espera en la vida

futura". ¡Qué enseñanza en estas palabras, y que resplandeciente previsión de la futura

doctrina! Por esto hoy día, viendo llegada la hora para divulgar la verdad que en otro

tiempo presintió, se ha hecho su ardiente propagador y se multiplica, por decirlo así,

para acudir a todos los que le llaman. (Erasto, discípulo de San Pablo. París, 1863).

 
Nota. - ¿Acaso San Agustín viene a echar abajo aquello que edificó?



Seguramente que no; pero como tantos otros, ve con los ojos del espíritu lo que no veía


como hombre; su alma desprendida entrevé nuevas claridades y comprende lo que no

comprendía antes; nuevas ideas le han revelado el verdadero sentido de ciertas palabras;

en la tierra juzgaba las cosas según los conocimientos que poseía, pero luego que se

hizo para él una nueva luz, pudo juzgarlos más sanamente; así es que ha reformado su

creencia respecto a los espíritus íncubos y síncubos y sobre el anatema que lanzó contra

la teoría de los antípodas. Ahora que el cristianismo se le presenta en toda su pureza,

puede pensar sobre ciertos puntos de otro modo que cuando vivía, sin dejar de ser el

apóstol cristiano y sin renegar de su fe, puede hacerse propagador del Espiritismo,

porque ve en él el cumplimiento de las cosas predichas; proclamándolo hoy, no hace

otra cosa que conducirnos a una interpretación más sana y más lógica que los textos. Lo


mismo sucede con otros espíritus que se encuentran en una posición análoga.


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