Y le presentaban unos niños para que los tocase. Mas los discípulos
reñían a los que les presentaban. - Y cuando los vió Jesús, lo llevó muy a mal, y les
dijo: "Dejad a los niños venir a mí", y no se lo estorbeis, porque de los tales es el
reino de Dios. - En verdad os digo que el que no recibiera el reino de Dios como
niño, no entrará en él. - Y abrazándolos y poniendo sobre ellos las manos, los
bendecía. (San Mateo, cap. X, v. de 13 a 16).
E.S.E. Cap VIII Ítem 3. La pureza de corazón es inseparable de la sencillez y de la humildad, y excluye todo pensamiento de egoísmo y orgullo; por esto Jesús toma la infancia como emblema de esa pureza, como la tomó también por el de la humildad.
Esta comparación podría no ser justa si se considera que el espíritu del niño puede ser muy viejo, y que trae, naciendo otra vez a la vida corporal, las imperfecciones de que no se ha despojado en las existencias precedentes; sólo un espíritu llegado a la perfección podría dársenos como tipo de la verdadera pureza. Mas es exacta desde el punto de vista de la vida presente; porque el niño, no habiendo podido aún manifestar ninguna tendencia perversa, nos ofrece la imagen de la inocencia y del candor: así es que Jesús no dice de un modo absoluto que el reino de Dios "es para ellos", sino "para aquellos que se les parecen".
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