¿Cuántos son
los que no consiguen perseverar en las tareas de beneficencia, apenas de
vez en cuando cooperando en la concretización de las buenas obras, consumiendo,
así, la mayor parte del tiempo que Dios les concede en la reencarnación, tan
solo para el atendimiento de sus propias necesidades?
Quien recibe
de vuestras las manos el pan y el remedio, el agasajo y el amparo providencial
no os pregunta al respecto de la naturaleza de las bendiciones que les son
ofrecidas.
Quien se
encuentra sediento no le importa que grado tiene de pureza Lafuente
que le mitiga la sed en el escaldado desierto.
El lirio que
despunta en el charco posee mayor merito y belleza que la flor que se abre en
el jardín bien cuidado.
Hijos, no
dejéis escapar de vosotros la oportunidad de colaborar en el bien a los
semejantes. Aunque escuchéis censuras al respecto de vuestras
intenciones o que alguien os remueva viejas heridas que no se
cicatrizaron del todo, no os apenéis hasta el punto de desistir del
sublime intento.
Los que no
tienen el valor de escalar el monte abrupto de sus propios males permanecen
acomodados en el valle de las ilusiones humanas, en la expectativa de que
caigan los que osaron avanzar los límites de si mismos.
La mayoría
de los que se convirtieron al evangelio, antes que se escribiesen sus
nombres en las páginas de la dedicación cristiana de todos
los tiempos, no pasaban de criaturas frágiles emergiendo de las sombras de una
vida atribulada para la luz de la sublimación.
Bezerra de Menezes
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