Caracterizada como un desvío de conducta, según Joanna de Ángelis, en la obra Conflictos Existenciales, la pereza puede expresarse de varias maneras: permanencia en la cama, aun después de haber dormido bastante; mecanismo de autodestrucción; pérdida del entusiasmo por la vida; falta de horizontes mentales más amplios; como resultante de algún choque emocional no digerido conscientemente; o una forma de aislamiento, como venganza contra la sociedad que no atiende las expectativas del perezoso.
Desde el punto de vista espiritual, Sin embargo, el perezoso estaría fijado en una franja primaria de desarrollo. Algunos de ellos podrían intentar justificarse diciendo que no estarían haciendo mal a nadie. Pero, respondiendo a la pregunta 642 del El Libro de los Espíritus, los instructores espirituales afirman que no basta no hacer el mal; es imperioso hacer el bien, en la medida de las fuerzas de cada uno.
Y aun, cuando la pereza se presenta como efecto del cansancio o necesidad de reposo del individuo, para recuperar sus energías, esta no puede prolongarse indefinidamente, pues consubstanciaría un “fenómeno anómalo de conducta”, completa Joanna de Ángelis. A final, como dijo el Dr. Roberto Brólio, en Dolencias del Alma, “la pereza física y mental” es nociva al alma, “que no puede mantenerse estancada en base de las leyes a las cuales está vinculada”.
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