La serenidad es conquista que se consigue con esfuerzo personal y paso a paso.
Pequeños desafíos que son superados; irritación que se controla; desajustes emocionales corregidos; voluntad bien dirigida; ambición frenada, son experiencias para la adquisición de la serenidad.
Un Espíritu sereno ya se encontró consigo mismo, sabiendo lo que, exactamente, desea de la vida.
La serenidad armoniza, exteriorizándose de forma agradable para los presentes.
Inspira confianza, calma y propone afectos.
El hombre sereno ya venció gran parte de la lucha.
Que ninguna agresión exterior te perturbe, llevándote a la irritación, al desequilibrio.
Mantente sereno en todas las realizaciones.
Tu paz es moneda arduamente conquistada, que no debes lanzar fuera por motivos irrelevantes.
Los tesoros verdaderos, de alto valor, son aquellos de orden íntimo, que nadie toma, jamás se pierden y siempre siguen con la persona.
Tu serenidad, tu gema preciosa.
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Delante de quien te engañó, traicionando tu confianza, tu ideal, o envolviéndote en odios, mantente sereno.
El engañador es quien debe estar inquieto, y no su víctima.
Nunca te permitas demostrar que fuiste alcanzado por el petardo de la maldad ajena.
En tu círculo familiar o social siempre te enfrentarás con personas perturbadas, confusas y agresivas. No te desgastes con ellas, compitiendo en las franjas del desequilibrio en que se fijan. Constituyen una prueba para tu paciencia y serenidad. Así, ejercítate con esas situaciones para, más seguro, enfrentarte a las grandes pruebas y situaciones difíciles del proceso evolutivo.
Siempre, pues, con serenidad.
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