El Centro Espírita no es templo ni laboratorio; es, para usar la expresión de Víctor Hugo: un point d’optique del movimiento doctrinario, o sea, su punto visual de convergencia. Podemos figurarlo como un espejo cóncavo en que todas las actividades doctrinarias se reflejan y se unen, proyectándose, conjugadas, en el plano social general, espírita y no espírita. De ahí que su importancia, como síntesis natural de la dialéctica espírita, es fundamental para el desenvolvimiento seguro de la Doctrina y sus prácticas. Kardec avaluó su importancia significativa en el plano de la divulgación y de la orientación de los Grupos, explicando ser preferible la existencia de varios centros pequeños y modestos en una ciudad o en un barrio a la existencia de un único Centro grande y suntuoso.
Un Centro Espírita pequeño y modesto –como la mayoría lo son- atrae a las personas realmente interesadas en el conocimiento doctrinario, crea un ambiente de fraternidad activa en que las discriminaciones sociales y culturales desaparecen por el entrelazamiento de todos sus componentes, considerados como colaboradores necesarios de una obra única y concreta. Lo ideal es que el Centro funcione en su sede propia para un mayor y más libre desenvolvimiento de sus trabajos, pero cuando eso no fuese posible, puede funcionar con eficiencia en un local cedido o alquilado, en un garaje vacío o en una dependencia de una casa familiar. Las objeciones contra eso sólo pueden valer cuando se trate de casas en que existan motivos materiales o morales que lo impidan.
Muchos Centros Espíritas surgieron del desenvolvimiento de grupos familiares, desmembrándose más tarde de la residencia en la que se constituyeran. La alegación de que la casa queda infestada o casa semejantes es contradicha por la experiencia. Un trabajo de amor al prójimo, hecho con sinceridad e intenciones elevadas, cuenta con la protección de los Espíritus benevolentes y la propia defensa de sus buenas intenciones. Los Centros oriundos de grupos familiares se muestran más cohesionados y más abiertos, conservando la savia fraterna de su origen. Y ése es el clima que necesitan los trabajos doctrinarios.
Organizado el Centro, con una denominación simple y afectiva, con el nombre de un Espíritu amigo o de una personalidad abnegada, de persona ya desencarnada; redactados, aprobados en asamblea general constituyente y registrados los estatutos, su función y significación están definidas como estudio y práctica de la Doctrina, divulgación y orientación de los interesados, servicio asistencial de esclarecimiento a los Espíritus sufrientes y a las personas perturbadas, conforme, siempre, a la Codificación de Allan Kardec. Sin Kardec no hay Espiritismo; existe, sí, apenas, un mediumnismo desorientado, formas de sincretismo religioso afro-brasileño, confusiones derivadas de teorías personales de supuestos maestros.
Dirigentes, auxiliares y frecuentadores de un Centro Espírita bien organizado saben que la obra de Kardec es un momento científico, filosófico y religioso de estructura dinámica, no estática, pero cuyo desenvolvimiento exige estudios e investigaciones del mayor rigor metodológico realizado con humildad, buen sentido, respeto a la Doctrina y condiciones culturales superiores. Opiniones personales, suposiciones de personas arrogantes, libros mediúmnicos o no de contenido mixtificador –sea el autor quien fuere-, no tienen ningún valor para un verdadero Centro Espírita.
Cada Centro Espírita tiene sus protectores y guías espirituales que demuestran su autenticidad por los servicios que prestan, por las manifestaciones oportunas y cautelosas y su dedicación a los principios kardecianos. La autoridad moral y cultural de los dirigentes y de los Espíritus protectores y guías de médiums y trabajos deviene de la integración de los mismos a la orientación fijada por Allan Kardec. El Centro que olvidase eso caería fatalmente en situaciones negativas, adoptando prácticas antiespíritas que lo llevarían por el camino que se aleja de Kardec y del Espíritu de Verdad. Las consecuencias de esa falacia son altamente perjudiciales a todo el movimiento espírita. No se trata de ningún problema sobrenatural, sino simplemente de falta de vigilancia –principalmente frete al orgullo y la vanidad- que lleva a muchas personas a querer ser más que las demás. Lo mismo acontece también en todos los sectores de la actividad humana, en los cuales encontramos científicos pretenciosos y sistemáticos, comerciantes fraudulentos y médicos fanatizados con sus propias ideas. La pretensión humana no tiene límites y cada individuo vanidoso está siempre asesorado por entidades mixtificadoras.
La Ciencia Espírita es un organismo vivo, de naturaleza conceptual, estructurada sobre leyes psicológicas, es decir, sobre principios espirituales y racionales. Esa estructura es íntegra, perfecta, armoniosa, y no podemos violentar uno solo de sus principios sin poner en peligro, de inmediato, todo su sistema. En el Centro Espírita en que esa comprensión no existe, en realidad tampoco existe Espiritismo, sino apenas un vago deseo de alcanzarlo. Las raíces de esa estructura conceptual están en el Cristianismo, no en su aspecto formal iglesiero, sino en su esencia evangélica, definida claramente en la Codificación Kardeciana. Los Evangelios canónicos de las Iglesias cristianas están cargados de elementos de la era mitológica y supersticiones judaicas. Son esos elementos del pasado judeo pagano que han deformado la enseñanza pura de Jesús, permitiendo interpretaciones flagrantemente contrarias a lo que Jesús enseñó y ejemplificó. En sus libros El Evangelio según el Espiritismo y la Génesis… Kardec mostró cómo podemos restablecer la pureza de las raíces evangélicas usando la investigación histórica de los orígenes cristianos, el método analítico positivo del estudio histórico y el método lógico comparativo de los textos. Sin la pureza de las raíces no tendremos la pureza de los textos y caeremos fácilmente en los engaños o en las ilusiones de los mixtificadores encarnados y desencarnados.
En las primeras comunidades cristianas, donde el culto pneumático era practicado, manifestábanse Espíritus furiosos, defensores de sus antiguas creencias que injuriaban a Cristo y a sus adeptos. La expresión culto pneumático viene del griego, y pneuma quiere decir Espíritu. El culto constituía la parte práctica de la enseñanza espírita de Jesús. En la Primera Epístola a los Corintios, el apóstol Pablo da instrucciones a la comunidad sobre la realización de ese culto, enseñando incluso hasta cómo los médiums, entonces llamados profetas, debían comportarse en la reunión. Los Espíritus se manifestaban por los médiums y eran adoctrinados por los participantes del culto. Ese pasaje significativo se halla en la parte de la epístola que se refiere a los dones espirituales . No obstante, las Iglesias cristianas dieron interpretaciones inadecuadas y absurdas a ese pasaje, como hicieron con todos los textos de los Evangelios en que Jesús se refiere a la reencarnación. Incapaces, como se mostraron, de adoctrinar a los Espíritus mixtificadores o agresivos que atacaban a Jesús y a su misión, los que se relacionaron con el Imperio romano suprimieron el culto pneumático, alegando que las entidades que en ellos se manifestaban eran diabólicas. Y esa es la razón por la cual las Iglesias cristianas repelen hasta hoy al Espiritismo como práctica diabólica, rechazando las manifestaciones espíritas.
En un Centro Espírita bien organizado esos problemas son estudiados y enseñados para que las personas interesadas en la enseñanza real de Cristo puedan comprender el sentido del Espiritismo. Sin eso, el Centro Espírita deja de cumplir su función en la grande obra de restauración del Cristianismo en espíritu y verdad. Lo que el Espiritismo busca es la verdad cristiana, cumpliendo en la Tierra la promesa de Jesús que, a través de Kardec y su Guía Espiritual, el Espíritu superior que dio a Kardec, cuando éste le preguntó quién era, esta respuesta simple: “Para ti, me llamaré La Verdad”. El Centro Espírita significa, por tanto, una fortaleza espiritual para la gran batalla del restablecimiento de la verdad cristiana en la Tierra. Pero todo esto debe ser encarado de una manera racional y no mística en el Centro Espírita. Nadie está investido en él de prerrogativas divinas, sino sólo de obligaciones humanas.
Herculano Pires.