No se trata de una campaña contra la idea de Dios, como pretenden algunos religiosos cortos de vista. Simple cuestión de interés periodístico. Pero la verdad es que todo empezó con los teólogos, los doctores de la ciencia de Dios, que ya no saben qué más hacer con esa ciencia.
La existencia de ateos y la propagación del ateísmo no son novedades. Los ateos ya dominan políticamente más de la mitad del mundo. Ideológicamente representan la mayoría de las personas cultas. Para todos ellos, Dios ya ha muerto hace mucho. Las iglesias son importantes para devolverles la fe. Ese es el motivo de la desesperación de los teólogos, que llegan* a la conclusión de que Dios se está muriendo y es necesario salvarlo. Pero es preciso no confundir a Dios con la concepción antropomórfica de Dios. La que se está muriendo, y nadie logrará jamás rehabilitarla, es esa concepción, ofrecida ingenuamente por los predicadores bíblicos a un mundo que ya no vive en la fase agraria de la civilización judaica antigua.
Los fanáticos de la Biblia no pueden evitar la muerte de Dios. Cuanto más hablen y escriban sobre Dios, más lo alejarán del espíritu oreado de los hombres modernos. Porque la idea de un Dios semejante al hombre solo podía servir para criaturas ingenuas, en una fase primaria de la evolución humana. Mientras que los teólogos, los predicadores, los religiosos en general, no lleguen a convencerse de que las Escrituras Sagradas no son tabúes y deben ser estudiadas según su espíritu, sin apego a la letra, nada podrán contra el ateísmo.
La concepción bíblica de Dios es alegórica, como ya hemos afirmado numerosas veces. El Libro de los Espíritus lo enseña así desde sus primeras páginas. La propia Biblia nos prohíbe hacer imágenes de Dios, pues esas imágenes son perecederas. Cuando mueren, Dios puede morir en el alma desolada de los creyentes. Si queremos evitar la muerte de Dios en la conciencia humana, evitemos el tomar la Biblia en sentido literal y la idolatría. Una imagen mental de Dios es también un ídolo perecedero, y quien le da culto no es menos idólatra que los adoradores de imágenes materiales. La concepción espírita de Dios está por encima de esas controversias teológicas. El Dios espírita no es un ídolo, sino aquella realidad que, tal como decía Descartes, está en la conciencia del hombre como la marca del artista está en su obra.
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