Desistir de aparentar solamente propósitos de evangelizarse, reformándose
efectivamente en el aspecto moral y no sometiéndose a ninguno de los malos
hábitos, aunque fuesen consagrados por los demás.
La evolución requiere de la persona la necesaria dominación sobre el medio
en que nació.
Perdonar siempre las posibles e improcedentes desaprobaciones sociales a
su fe, confesando, cuan fuere preciso, su condición religiosa de espírita,
principalmente por medio de la buena reputación y de la honradez que
embellecen el carácter.
Cada Espíritu responde por sí mismo.
Liberarse de las prescripciones sociales que actúan en detrimento de la fe
que profesa, desapegándose de la disculpa sistemática con el que pueda
acostumbrarse a actitudes nada nobles.
La negligencia provoca pérdidas irreparables.
Apartarse de los lugares viciosos con discreción y prudencia, sin crítica ni
desdén, relacionándose solamente con ellos para brindar su colaboración
fraterna en favor de los necesitados.
El cristiano debe saber descender a los ámbitos del mal, socorriendo a las
víctimas.
En ninguna oportunidad considerar superadas o ridículas las prácticas
religiosas naturales del Espiritismo, tales como meditar, orar o predicar.
La Doctrina Espírita es una sola en todas las circunstancias.
Rendir tributo de respeto a los compañeros que hayan fracasado en sus
vínculos afectivos.
Hay luchas y dolores que solo el Juez Supremo puede juzgar en su justa
integridad.
Atender a los supuestos felices o desdichados, cultos o incultos, con respeto
y bondad, distinción y cortesía.
La condición social es apenas una posición pasajera y todos los papeles se
intercambian en la sucesión de las existencias.
Así que sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua
edificación. — Pablo. ROMANOS, 14:19
efectivamente en el aspecto moral y no sometiéndose a ninguno de los malos
hábitos, aunque fuesen consagrados por los demás.
La evolución requiere de la persona la necesaria dominación sobre el medio
en que nació.
Perdonar siempre las posibles e improcedentes desaprobaciones sociales a
su fe, confesando, cuan fuere preciso, su condición religiosa de espírita,
principalmente por medio de la buena reputación y de la honradez que
embellecen el carácter.
Cada Espíritu responde por sí mismo.
Liberarse de las prescripciones sociales que actúan en detrimento de la fe
que profesa, desapegándose de la disculpa sistemática con el que pueda
acostumbrarse a actitudes nada nobles.
La negligencia provoca pérdidas irreparables.
Apartarse de los lugares viciosos con discreción y prudencia, sin crítica ni
desdén, relacionándose solamente con ellos para brindar su colaboración
fraterna en favor de los necesitados.
El cristiano debe saber descender a los ámbitos del mal, socorriendo a las
víctimas.
En ninguna oportunidad considerar superadas o ridículas las prácticas
religiosas naturales del Espiritismo, tales como meditar, orar o predicar.
La Doctrina Espírita es una sola en todas las circunstancias.
Rendir tributo de respeto a los compañeros que hayan fracasado en sus
vínculos afectivos.
Hay luchas y dolores que solo el Juez Supremo puede juzgar en su justa
integridad.
Atender a los supuestos felices o desdichados, cultos o incultos, con respeto
y bondad, distinción y cortesía.
La condición social es apenas una posición pasajera y todos los papeles se
intercambian en la sucesión de las existencias.
Así que sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua
edificación. — Pablo. ROMANOS, 14:19
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