El pensamiento es la fuerza por excelencia que comanda las otras fuerzas y las impregna con sus cualidades o con sus defectos. El magnetizador, el terapeuta ceden a sus fluidos un poder curativo, el hechicero les imprime las propiedades maléficas. El pensamiento puro y generoso es una luz. De los espíritus superiores se desprende una claridad radiante que ofusca y aleja a los espíritus del abismo. Es por eso que la presencia de un espíritu protector, en las sesiones, constituye una salvaguarda, una protección contra los fraudes y las obsesiones.
¿Quién podrá negar la fuerza del pensamiento? ¿No es ella la
que dirige a la Humanidad en su peregrinación áspera y dolorosa?
¿No es ella la que inspira al genio y prepara las revoluciones?
Ahora bien, el papel preponderante que esa fuerza desempeña en la
Historia del mundo, nosotros lo reencontramos, en un plano más
modesto, en las reuniones espíritas.
El pensamiento de lo Alto sobrepasa, en energía, a todas las
fuerzas de la Tierra, pero para que se comunique con los humanos
es preciso ofrecerle condiciones favorables. Así como los puestos
de T.S.H. deben ajustar sus ondas para recibir los mensajes
transmitidos, es preciso que las almas de los asistentes tengan sus pensamientos e irradiaciones en armonía, para percibir el
pensamiento superior. Fuera de esas condiciones, la actuación del
espíritu superior será difícil, precaria, muchas veces imposible, y elambiente estará abierto a los espíritus livianos y a todas las malas influencias del Más Allá.
¿Cuál es el procedimiento para dar a los pensamientos, a las
radiaciones fluídicas de los miembros de un mismo grupo de esa
asamblea, ese carácter elevado, esa especie de sincronismo que crea un ambiente puro y que permite al espíritu superior manifestarse?
Respondemos sin vacilar: ¡por la oración! No, ciertamente,
como la plegaria practicada en las iglesias, ese recitado monótono, murmurado por los labios y sin efecto sobre las vibraciones del alma. Nosotros llamamos plegaria al grito del corazón, a la súplica ardiente, a la improvisación calurosa que comunica impulsión irresistible a nuestras energías ocultas. Tal como hemos visto anteriormente,9 por las experiencias de la placa sensible, esas energías profundas vibran con intensidad y se impregnan de las cualidades de nuestra oración. Desde entonces, ellas facilitan la intervención de los espíritus guías, la de los amigos, y alejan a los espíritus de las tinieblas. La música, también, por su ritmo, contribuye a unificar los pensamientos y los fluidos.
Enfocada bajo estos aspectos, la plegaria pierde el pretendido
carácter místico que ciertos escépticos le atribuyen, para
convertirse en un medio práctico y positivo, casi científico, de
unificar las fuerzas activas y presentarnos fenómenos de alto valor.
La plegaria es la expresión máxima del pensamiento y de la
voluntad. Es en ese sentido que Allan Kardec la recomendaba a sus
discípulos. La plegaria es, para las religiones, una fuente preciosa para elevar y mejorar al ser humano, pero la práctica se
en banal, si ella deja de ser ese impulso espontáneo del alma, que le hace vibrar las cuerdas profundas.
En las sesiones espíritas donde no existe ni el recogimiento ni
unión de pensamientos o unión de fuerzas, se crean corrientes
diversas y frecuentemente opuestas que forman como una
tempestad de fluidos, en la cual las entidades elevadas sienten un real malestar e incluso un sufrimiento que paraliza su acción. Por otra parte, los espíritus inferiores, de vibraciones bajas, ahí se complacen y proceden tanto más fácilmente por cuanto son más groseros, más cercanos a la materia. Pero su influencia es
perjudicial para los médiums, a quienes desgastan y desequilibran
con el correr del tiempo. Esto no es menos temible para los propios investigadores, como se puede verificar por las experiencias del Dr. Gibier y en muchos otros casos, por experimentadores negligentes o ignorantes de las condiciones y leyes que rigen el mundo invisible.
Si los resultados obtenidos en Inglaterra, en los medios
científicos, son más desarrollados que en Francia, es porque los
sabios que declaran públicamente los fenómenos y las pruebas de
identidad que obtuvieron, como Crookes, Myers, Lodge, etc., eran,
o son espiritualistas, mientras que el escepticismo y el materialismo aún dominan a la mayoría de nuestros sabios.
Todos los que, por el estudio del mundo invisible, en sus
contactos con el Más Allá, buscan las certezas que fortalecen y
consuelan, las grandes verdades que iluminan la vida, trazan el
camino a seguir, fijan el objetivo de la evolución; todos los que
buscan adquirir las fuerzas espirituales que sostienen en la lucha y en la probación, que nos preservan de las tentaciones de un mundo material y engañador, deben unir sus pensamientos, oraciones y voluntades, deben hacer surtir de sus almas esas corrientes poderosas y fluídicas que atraen hacia vosotros a las entidades protectoras y a los amigos fallecidos. Si sabéis perseverar en vuestras peticiones, en vuestras pesquisas, en vuestros deseos, ellas se acercarán; esas almas, y sus consejos, enseñanzas y ayudas se derramarán sobre vosotros como un rocío bienhechor. En esa comunión creciente con lo invisible, gozaréis de una vida nueva y os sentiréis reconfortados, regenerados.
Y si, por vuestra asiduidad y fe, obtenéis bellos fenómenos y
notables facultades psíquicas, no os volváis vanidosos, y aceptadlos con reconocimiento, humildad y hacedlos servir para vuestro perfeccionamiento moral. Recordad que la presunción es como una muralla que se interpone entre nosotros y las influencias de lo Alto, tal como dijo Bernardino de Saint-Pierre:11 “Para encontrar la verdad, es preciso buscarla con el corazón puro”. Y aún añadiré estas palabras de las Escrituras: “Dios les dio a los pequeños y a los humildes lo que negó, a veces, a los poderosos y a los sabios”.Sobre la oración, hemos preguntado a las entidades protectoras
si las realizadas en conjunto son más poderosas y eficientes que la oración aislada. Nos contestaron que la oración en conjunto, hecha en las iglesias, no tiene siempre la coordinación necesaria para alcanzar un fin elevado; frecuentemente ella se pierde en el
Espacio, antes de alcanzar las esferas divinas. Sería preciso que de cada alma emanase una plegaria que tuviese el mismo objetivo:
plegaria para los infelices, con la intención de aliviar sus males; plegaria para los que tienen necesidad de evolucionar, etc.
La oración está generalmente marcada por un pequeño sentimiento de egoísmo; ella, con frecuencia, pide a Dios ventajas personales. Aun cuando no alcance el fin pretendido, la oración
contribuye a sanear la atmósfera, a mejorar el ambiente de los
mundos inferiores.
Cuando la plegaria en conjunto se hace en buenas condiciones,
ella reacciona contra las vibraciones materiales. Bajo este punto de vista, las religiones tienen su utilidad. La plegaria genera la fe que inspira las acciones grandiosas y nobles. Es la fe esclarecida que nos acerca a Dios, foco radiante de vida, de sabiduría y de amor.
Incluso en una escala más material, diremos: ¿No es la fe lo que
inspira los grandes sacrificios? Es la fe patriótica, lo que ha hecho a nuestros soldados ser invencibles, lo que los ha ayudado a soportar los sufrimientos, la enfermedad, la muerte, y a repeler los ataques
de un enemigo más fuerte. Es la fe en un ideal social lo que ha
inspirado, engrandecido, en todas las épocas, a los mártires del
derecho, de la justicia y de la libertad. Es la fe en la Ciencia lo que, en nuestros días, ha inspirado desvelos como los del Dr. Vaillant y tantos otros, víctimas de su empeño por administrar fuerzas terribles.
La voluntad sostenida por la fe es, por lo tanto, la mejor fuerza
motriz para dirigir las fuerzas psíquicas del ser y proyectarlas hacia un objetivo sublime. El hombre debe, en fin, comprender que todas las fuerzas del Universo, tanto físicas como morales, en él se reflejan; su voluntad puede comandar a unas y otras, que se
manifiestan en su consciencia.
Aprender a armonizarlas, trabajar para desarrollarlas en vidas
sucesivas, tal es la ley de su destino. Bajo este punto de vista,
recordemos que tenemos una obra admirable que cumplir. Ésta
consiste en crear en nosotros una personalidad siempre más
radiante y, para ello, tenemos el tiempo sin límites, el camino sin final y la vida eterna en la acción perpetua.
Sin embargo, lo que algunos no pueden comprender por las facultades intelectuales, otros pueden sentir por el corazón, por la necesidad de expansión y el amor que en ellos es innato, pues, la verdad, acabamos de decirlo, está al alcance de los sencillos y de los puros; de todos aquellos que, en el recogimiento y en silencio, al abrigo de las tempestades, del mundo, del conflicto de las pasiones y de los intereses, saben interrogar a las profundidades de la consciencia y entrar en relación con el mundo superior, foco de toda luz, de toda sabiduría, fuente de todas las grandes revelaciones.
Cada estrella que brilla en el cielo nos enseña una lección; cada
tumba que se cava en la tierra fría nos da un aviso. La existencia terrestre pasa como una sombra, pero la vida celeste es infinita. En cambio, nuestras vidas humanas, por muy cortas que sean, pueden ser fecundas para nuestro progreso; pese a su carácter precario, ellas forman los materiales con cuyo auxilio se edifican nuestros destinos; ellas son como piedras que componen el inmenso edificio del futuro del alma. Esforcémonos, por tanto, en pulir esas piedras, tallarlas y esculpirlas, para con ellas construir un monumento de líneas puras, de formas grandiosas y armoniosas.
Leon Denis
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