jueves, 23 de julio de 2015

EN EL EVANGELIO NACIENTE

Mientras que el Maestro oía algunos enfermos en la intimidad del hogar de Simón Pedro, un caballero y dos damas se acercan para hacerle una consulta. Venían de diferentes puntos. Son extraños entre sí. Sin embargo comparten la misma expectativa, por lo que cambian impresiones para irse conociendo.
El rudo pescador de Cafarnaúm los observaba, atento. Las susurrantes palabras que intercambiaban realmente eran chocantes. Suponían que Jesús era como cualquier hechicero y buscaban sus dones mágicos. Eliakim, el recién llegado, era un mercader de ojos astutos, que quería obtener cierta propiedad que pertenecía a uno de los tíos que estaba muriendo. Se trataba de un próspero viñedo, el cual podría aumentarle los bienes. Ambicionaba poder obtenerlo a bajo precio y no se resignaría a perderla. Había oído tantas alusiones de Jesús, que no había dudado en rogarle para que interfiera. El Cristo siendo un eficiente mago, seguramente le posibilitaría el poder realizar el negocio, sin mayor sacrificio.
Dea, la mujer de mayor edad, traía un asunto más serio. Pretendía vengarse de una antigua compañera que le había seducido al marido. Se le veía angustiada, infeliz. Prefería la muerte a tener que renunciar. No perdonaría a la impostora que le había dejado el hogar vacío. Venía al famoso Maestro, para suplicarle su intercesión para poder matarla. Sería dignamente recompensado si es que podía ver a Efraim, el esposo, humillado a sus pies.
Ruth, la más joven, comenzó a exponer el caso que la preocupaba. Quería casarse, pero Salatiel, el novio, parecía esquivarse. Se mostraba desinteresado, frio. Esperaba que Jesús la ayudara, infundiendo en el hombre amado un mayor cariño, ya que poco a poco, el joven se estaba alejando.
El apóstol anotaba uno y otro informe, irritado. Consciente de que el Maestro estaba atendiendo en una sala cercana, fue al interior y le explicó la situación. Los consultantes mostraban la mayor falta de respeto. Eliakim era un negociante voraz y ambas mujeres parecían subyugadas por apetitos inferiores. Jesús meditó por algunos instantes y mirando fijamente al discípulo dijo solícitamente:
- Pedro, las tareas de esta hora no me permiten otros servicios. Sin embargo, anda donde nuestros huéspedes y auxílialos, ayudándome a encontrar el camino para auxiliarlos mejor.
El pescador regresó a la presencia de los forasteros, disponiéndose a escucharlos en nombre del Salvador. Cuando escuchó los propósitos directamente, enrojeció indignado. Se levantó, temblando, y gritó bajo una fuerte crisis de cólera:
- ¡Malditos! ¡Fuera de aquí! ¡El Maestro no acepta ladrones y mujeres relajadas!...
Clavando la mirada en el comerciante, sentenció:
- ¡Anda a robar a otra parte! ¡Que el viñedo de tus parientes sea el infierno en donde te cures de la avaricia!
A los oídos de Dea, bramó:
- ¡Asesina! No somos tus secuaces... ¡Seguramente fuiste abandonada por el marido por las llagas de odio que te consumen el corazón!... Mata como quieras y déjanos en paz.
En seguida, concentrando la atención sobre Ruth, que temblaba de miedo, el apóstol ordenó:
- ¡Sal de aquí, maldita! Mujer que busca la posesión de los hombres no pasa de ser una meretriz...
Asustados, los tres abandonaron
el lugar, precipitadamente. Impulsivo, Simón cerró estrepitosamente la puerta sobre ellos. Sin embargo al voltearse para atrás, en actitud de quien triunfó en el servicio que le cabía realizar, se dio con Jesús, que lo contemplaba tristemente. Reparando que los ojos del amigo celeste contenían lágrimas que no llegaban a caer, el aprendiz, como niño malcriado que se humilla al frente del amor paterno, intentó acariciarle las manos y dijo con voz modificada:
- Señor, ¿por ventura no estarás satisfecho? ¿Podremos, acaso, usar un trato diferente con aquellos que desvalorizan nuestro servicio? ¿No percibiste que los tres se encuentran bajo el imperio de espíritus Satánicos?
Jesús le acarició los hombros, suavemente, y respondió:
- Pedro, todos pueden mostrar heridas, en donde las heridas sobresalen. Pero pocos saben curarlas. No te pedí que hagas acusaciones. Para eso, el mundo está repleto de críticos y censores. Eliakim, efectivamente, trae consigo el genio perverso de la usura. Dea está bajo la influencia del monstruo de la venganza y Ruth sufre el asedio de vampiros de la carne. Sin embargo, noté que al oírlos, por tu parte diste guarida al demonio de la intolerancia y de la crueldad. Sombra por sombra, da siempre una total oscuridad.
- Señor, sin embargo, ¿no me recomendaste socorrerlos?
- Si – dijo Jesús, melancólico -, pero no te rogué decepcionarlos o despreciarlos. Pedí que me ayudaras a encontrar el camino del auxilio y como sabes Pedro, yo no vine para curar a los sanos...
Un silencio pesado invadió la sala. Y ya sea porque el Maestro había regresado hacia los enfermos, con paciencia y humildad, el discípulo sumergió la cabeza entre las manos y mirando para dentro de sí mismo, comenzó a secar las propias lágrimas.
Hermano X

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