El infractor, delante de las leyes humanas, tiene el
derecho de responder al proceso en clima de libertad e, incluso cuando
condenado, merece varios recursos que amenizan su pena.
El delincuente renitente, por la circunstancia de la conducta, se
encuentra envuelto en las penalidades severas y experimentará el
aislamiento en colegios de seguridad, no disfrutando de mayor
consideración…
Así también ocurre con el Espíritu.
Cuando sus errores y delitos son de pequeña monta, se reencarna bajo
pruebas reparadoras, enfrentando las disciplinas que lo reeducarán, para
después gozar de paz y de libertad.
Los endurecidos y empedernidos, son refractarios del amor que se
arrojaron a los despeñaderos del suicidio, del homicidio, recomenzando en la Tierra, encarcelados en las expiaciones lenificadoras…
*
Las pruebas son la oportunidad para el Espiritu renovarse.
La expiación le constituye correctivo severo.
Probado, el Espíritu se siente estimulado a conquistas nuevas, en cuanto rescata los débitos anteriores.
Expiando, se recupera y aprende, sin otra alternativa, enjaulado en el proceso de depuración.
Las pruebas son solicitadas.
La expiación es impuesta.
En la primera, hay libertad de acción; en la segunda, desaparece la libre opción, ante el impositivo establecido.
*
Bajo prueba o expiación, estás colocado en el dispositivo de la evolución que necesitas y que es mejor para tu progreso.
Aplica la razón y el sentimiento lucido en ese programa evolutivo y
yérguete, de la posición en que te encuentres, alcanzando el triunfo de
tu reencarnación.
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