sábado, 13 de mayo de 2017

COMO TRATAR A LOS MEDIUMS

Usted me pregunta a mí, Espíritu desencarnado, cuál es la manera correcta de tratar
a los médiums. Alega que muchos pasaron por su ambiente individual, sin que pudiese
comprenderlos. Comienzan la tarea con mucho entusiasmo y, cuando están en condiciones, abandonan la siembra. Algunos sustentan el servicio por algún tiempo; otros, no obstante, no van más allá de algunos meses. Muchos se apartan discretos, retrocediendo deliberadamente, al paso que otros tantos resbalan barranco abajo, atraídos por fantasías tentadoras.
Afirmando su amor a la Doctrina que nos hermana ahora, usted indaga con franqueza: ¿cómo tratar a esa gente, para que el Espiritismo no sufra interrupciones en las demostraciones de la sobrevivencia?
No tengo pretensiones de ensayista de buenas maneras. Malcriado como he sido,me faltan recursos para escribir códigos de civilización, aunque sea del “otro mundo”.
Creo que el médium debe recibir un tratamiento análogo al que proporcionamos a cualquier ser humano normal.
Se trata de una personalidad encarnada, con obligaciones de rendir culto diario a la alimentación, al baño y al sueño común. Debe atender a la vida en familia, trabajar y reposar, respetar y ser respetado. No guardará el talento mediúmnico como si fuera una azada de lujo que la herrumbre carcome siempre, pero evitará la actividad intempestiva de sus facultades, tanto cuanto el herrero preserva la bigornia. Cooperará con satisfacción, en el esclarecimiento de los problemas de la vida, junto a los estudiosos sinceros; no entregará sus recursos psíquicos a la curiosidad malsana de los investigadores sin conciencia, detentores de liviandad incurable, con el pretexto de colaborar con los científicos del club danzante, que hacen comentarios académicos, entre una sonrisa de mujer bella y una dosis de aguardiente rotulada de whisky.
Esta es una definición sintética que me cabe ofrecer de paso, entre tanto, ya que usted se refiere al amor que asegura consagrar al Espiritismo edificante, convendría sondear la propia conciencia.
Realmente, son innumerables los compañeros que se precipitan en la tarea mediúmnica al despeñadero del desencanto y del sufrimiento, como golondrinas de alto vuelo, arrojadas semi-muertas desde el firmamento al vientre oscuro del abismo. Entre tanto, vemos que si los pájaros, algunas veces, descienden al círculo tenebroso bajo la fascinación de una peligrosa ilusión, en la mayoría de los casos caen mutilados bajo los golpes de cazadores inconscientes.Es doloroso decirlo pero, casi todos los médiums, son anulados por los propios amigos, sin la mayor consideración…
El plano superior traza el programa de trabajo, benéfico y renovador. El funcionario de la instrumentalidad concuerda con sus ítems y se dispone a ejecutarlo, pero encarada la puerta del servicio, la chusma de ociosos se acumula en su entorno.
Olvidemos la fila compacta de los investigadores y curiosos que transforman en cobaya al primer psíquico que cae en sus garras. Las reclamaciones insaciables de los propios hermanos en ideal son más venenosas. Identificándolas, somos forzados a reconocer que los espíritas modernos tienen mucho que aprender acerca del equilibrio propio, antes que el primer médium con tarea definida pueda cumplir integralmente su misión.
El intermediario entre los dos planos se mueve con extrema dificultad, para entregar a las criaturas terrestres el mensaje de que es portador. Si los adversarios gratuitos lo recibieron con pedradas de ironía, los amigos comienzan por levantarle un pedestal envuelto en gruesas nubes de incienso pernicioso. El servidor inicia el ministerio, casi siempre a ciegas, embriagado por el aroma astuto del elogio desmedido. Al poco tiempo, no sabe cómo situarse. Los adeptos y simpatizantes de la causa se encargan de convertirlo en permanente motivo de espectáculo. Cuando el exhibicionismo no se aferra a la tentación de convencer a los vecinos, se fundamentan en supuestas razones de caridad. Se identifica la lucha entre la esfera superior, que desea beneficiar el camino colectivo con la proyección de nueva luz sobre la noche de los hombres, y la arena terrestre, donde los hombres cuidan mantener, con desesperación, sus intereses inmediatos en la carne. El responsable directo, por la acción mediúmnica, raramente sigue una marcha regular. Si permanece en el servicio de ganar el pan digno, los compañeros se encargarán de perturbarlo, llamándolo insistentemente hacia fuera del reducto respetable en que procura ganarse la vida con nobleza y honestidad. Si muestra alguna inestabilidad en la realización, se improvisan tribunales acusadores a su alrededor; pero si revela perseverancia en el bien, surge con más ímpetu el asedio de elementos arrasadores, ansiosos por derrumbarlo. Si permanece en su puesto, es obligado a respirar la soledad casi absoluta, a la vez que las exigencias del servicio se multiplican, por parte de los compañeros de fe, mientras que sus familiares y
afines, por regla general, se apartan de él cautelosamente, por no haber nacido con lavocación de renuncia. Pasa a vivir compulsivamente, las existencias ajenas, sin poder caminar su propia ruta. Es obligado a ingerir con el almuerzo, fluidos de desesperación e inquietud de personas rebeldes e intemperantes que lo buscan ostentando el título de sufridores. En balde ansía un baño con nostalgia de agua saludable en su piel sudorosa, porque los legítimos y falsos necesitados de la propia institución absorben sus horas, reclamando atención individual. Trabaja en el sector cotidiano de acción bajo preocupaciones y expectativas interminables de la guerra nerviosa. Y cuando logra el
momento del reposo nocturno, llega al lecho con el cuerpo agotado y su resistencia hecha pedazos.
Si el pionero no retrocede, fustigado por los demonios de la imprudencia y de la insensatez y si no se hace presa de entidades maliciosas que lo conducen al escenario de la “triste figura”, le cabe el destino de la válvula gastada prematuramente.
Conecta el aparato radiofónico, entre tanto, el mensaje llega ronco o no puede enunciarse. La máquina delicada estalla y chirría inútilmente. La electricidad y la revelación sonora continúan existiendo, pero el aparato se averió, no por la ley del uso, sino por los golpes del abuso.
¿Comprende acaso lo que estoy comentando?
La fuerza espiritual y la contribución renovadora de los misioneros de la sabiduría vibrarán junto a ustedes pero, ¿cómo se van a expresar convenientemente si los interesados persiguen a los aparatos registradores y los utilizan, a través de la extenuación y del vampirismo, portadores de enfermedad y muerte?
Como somos obligados a reconocer, querido mío, es tan difícil encontrar médiums aptos para lidiar con los espiritistas del primer siglo de la codificación kardeciana, como es raro encontrar espiritistas que sepan lidiar con ellos…

  XAVIER, Francisco Cándido. Luz Arriba. Por el Espíritu Hermano X. 8. ed. Río de Janeiro: FEB, 1993. Cap. 13, p. 63-66.















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