jueves, 1 de diciembre de 2016

VIDA CONYUGAL



 “Así también vosotros, cada uno en particular, ame a su propia mujer como así mismo, y la
mujer respete a su marido” – Pablo (Efesios, 5:33)


Las tragedias de la vida conyugal acostumbran poblar la senda común. Explicando el desequilibrio,se invoca la incompatibilidad de los temperamentos, los desencantos de la vida íntima y las excesivas aflicciones domésticas.
 

El marido disputa compañías perjudiciales, mientras que, en muchos casos, se abre la mente
femenina al imperio de las tentaciones, entrando en falso rumbo.
Semejante situación, sin embargo, será siempre extraña en los hogares formados sobre las
escuelas de la fe,en los círculos del Cristianismo.
 

Los cónyuges, con Cristo, acogen, por encima de todo, las dulces exhortaciones de la fraternidad.
 

Es posible que los sueños, muchas veces, se deshagan al toque de pruebas salvadoras, dentro de los nidos afectivos, construidos en el árbol de la fantasía. Muchos hombres y mujeres exigen, por tiempo indefinido, flores celestes sobre espinas terrenas, reclamando de los demás actitudes y directrices que ellos, por lo pronto, son incapaces de adoptar, y el matrimonio se les convierte en una institución detestable.
 

Sin embargo, el cristiano, no puede ignorar la transitoriedad de las experiencias humanas.
Con Jesús, es imposible destruir los divinos fundamentos de la amistad real. Búsquese el lado útil y santo de la tarea y que la esperanza sea la lámpara encendida en el camino…
¿Tu esposa se mantiene en un nivel inferior a tu expectativa? Recuerda que ella es la madre
de tus hijos y sierva de tus necesidades. ¿Tu esposo es ignorante y cruel? No olvides que él es el compañero que Dios te concedió…

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