jueves, 21 de abril de 2016

LA VOLUNTAD

Y como todos los días se levanto el niño para la lección de una nueva virtud. Hoy como se lo habia anunciado el dia anterior  tocaba la voluntad...
 
 
-¿Tienes voluntad de levantarte, mamá?

-Sí, hombre, ya se levantará; en mala hora tu madre abrió Cátedra para ti por la mañana

temprano, que al paso que vas nos harás levantar con estrellas.

-Es que no te puedes figurar lo que me interesan los relatos de mamá, y como me

interesan tanto, todo el día me lo paso pensando en lo que me dirán el día siguiente. Ayer

me dijo que hoy hablaría sobre la voluntad, y esta palabra tiene tan distintas aplicaciones...

-Tienes razón, hijo mío, tienes razón; el mismo diccionario se las da: Es una de las

potencias del alma, que tiene por objeto el bien conocido; en Dios se toma por sus decretos

y determinaciones o disposiciones. El libre albedrío o la libre determinación. La elección

hecha por el propio dictamen o gusto, sin atención a otro respeto o reparo.

-No te canses, papá, no te canses; ayer leí todo lo que dice el diccionario concerniente a

la voluntad, y no me satisfacen las explicaciones de ese libraco; mamá, estoy seguro,

segurísimo, me hablará de otra manera respecto a la voluntad.

Salió la buena madre sonriendo y abrazó al niño como si no le hubiera visto en mucho

tiempo, mientras que su marido los contemplaba emocionado, porque indudablemente no

hay cuadro más bello que el que ofrecen los dos amores más puros de la Tierra, el amor

maternal y el amor filial; representan el árbol de la vida dando sus preciosos frutos.

Salieron los tres, pasearon un corto rato y se sentaron junto a una fuente, donde

almorzaron con gran apetito, diciendo el niño:

-Ahora viene lo mejor; ahora viene el relato sobre la voluntad.

-Relato que será muy incompleto, porque hablar de la voluntad es hablar de la mar,

mejor dicho del infinito. La voluntad es el eje que mueve la gran rueda de la vida; por la

voluntad inquebrantable de los sabios, de los exploradores, de los inventores, de los

conquistadores, de todos los hombres que han soñado con el mejoramiento de las

costumbres y el engrandecimiento de los pueblos se han obtenido los maravillosos

descubrimientos que han ensanchado los horizontes de la vida.

La firme voluntad de Cristóbal Colón dio un nuevo mundo a la católica España. Édison

ha producido una verdadera revolución con sus maravillosos inventos, porque la firmeza de

su voluntad le ha dado un poder verdaderamente sobrenatural, y si te fuera a enumerar, hijo

mío, los milagros realizados por todos los inventores y hasta dónde han llegado con sus

descubrimientos a fuerzan de trabajo y de constantes esfuerzos, no contando muchos de

ellos con más elementos que con su voluntad, porque han sido pobres, de humilde origen,

no teniendo ni familia que los protegiera ni Mecenas que les diera sombra; si me propusiera

hablarte de algunos de ellos, no concluiría nunca la relación de sus gloriosos hechos. De

esto se encarga la Historia Universal; yo te hablaré únicamente de los héroes ignorados, de

aquéllos que de pequeños infusorios han ido agrandando su círculo de acción, hasta llegar a

ser estrellas en el cielo de la vida.

-Eso me gusta mucho más; las grandezas de los pequeñitos las comprendo mejor; los

grandes hombres parece que me asustan.

-Son como los soles, deslumbran con sus rayos y no se les puede mirar de frente.

-¿Y por qué la Historia Universal no se ocupa de esos héroes ignorados?

-Tú mismo lo dices, porque se ignora la heroicidad de los pequeños. No se hace caso del

trabajo de las hormigas y en cambio se buscan con avidez los nidos de las águilas; pero

todo trabajo realizado tiene su recompensa. ¿Te acuerdas de aquel pobre ciego que a ti

tanto te llamaba la atención porque iba solo, sin lazarillo?

-Ya lo creo que me acuerdo, ¡pobrecillo!, bastantes veces le di el realito que tú me das

los domingos.

-Pues aquél era un héroe ignorado.

-Ya lo creo; no era poca su heroicidad arriesgándose por esas calles de Dios sin nadie

que le guiara, expuesto a morir aplastado entre los caballos.

-No consistía en eso su heroísmo.

-Pues, ¿en qué consistía?

-En los planes que llevaba en su pensamiento, Félix no se contentaba con la vida

humillante del mendigo; quería salir de la mendicidad; él decía, como dijo Fernán

Caballero, que el pan de la limosna alimenta, pero no nutre; y no sólo quería él salir de tan

enojosa esclavitud, sino que se propuso libertar a los demás ciegos de la tiranía de la

miseria callejera; y con admirable perseverancia trabajó sin descanso para formar una

sociedad de socorros mutuos y una sociedad musical que diera conciertos semanales en un
teatro, y logró dar el primer concierto, que obtuvo un gran éxito, y cuando las esperanzas

más risueñas le sonreían, cuando en su mente contemplaba la realización de sus sueños, la

tisis se apoderó de su endeble organismo y murió Félix y con él la emancipación de los

ciegos músicos. En su modesta tumba no se colocaron coronas; iría probablemente a la fosa

común; ¡era tan pobre! Pero a pesar de su pobreza había sido un héroe; hasta fundó un

periódico, del cual se publicaron dos o tres números. ¡Cuanta fuerza de voluntad necesitaría

Félix par conseguir lo que consiguió...! Ya ves, hijo mío, lo que se consigue con la

voluntad.

-¡Quién diría al verle tan pobrecito que pensaba cosas tan grandes!

-Por regla general, los que viven entre abrojos son los que vuelan con más rapidez hasta

llegar a la cumbre de la gloria. Me contaba mi madre que, cuando se casó, dio la vuelta al

mundo, deteniéndose un año en una ciudad de los Estados Unidos, por que mi padre

enfermó gravemente, y allí conoció a una pobre mujer casi ciega, que vivía del maná del

cielo, puede decirse, porque no quería entrar en ningún asilo benéfico y le faltaba valor

para pedir limosna; mi madre sintió por ella una compasión inmensa, y a su compasión se

unió la admiración más profunda, porque Sofía, tan falta como estaba de la luz material,

sobrada estaba de luz espiritual; no tenía la pobre ningún pariente; estaba sola en el mundo,

y le decía a mi madre: <<Yo no sé qué sentirán los locos; pero a mí me hablan, escucho

voces confusas, como si muchas personas me hablaran a un tiempo. Yo, cuando era

muchacha. escribía versos, y creo que ahora también los escribiría si tuviera un

amanuense.>> <<Yo lo seré>>, le dijo mi madre; y Sofía dictando y mi madre escribiendo,

pasaban muchas horas del día, mi madre encantada y Sofía contentísisma de haber hallado

quién la comprendiera.

Mi madre apreció en todo su valor lo que valía Sofía, y cuando se separó de ella, la dejó

modestamente instalada con una buena familia y en manos de un oculista, que la alivió

hasta el punto de no necesitar Sofía ningún amanuense para sus trabajos literarios. La

iglesia protestante le ofreció sus periódicos, y durante muchos años, Sofía defendió sus

ideales religiosos, sosteniendo polémicas con los católicos, en las cuales siempre salía

vencedora; llegó a ser una notabilidad, trabajando de noche y de día, sin cansarse nunca;

conservó con mi madre la más cariñosa correspondencia, diciéndole siempre que cuanto era

todo se lo debía a su verdadera amistad; y mi madre siempre le contestaba: <<Desengáñate,

Sofía; sin tu firme voluntad, sin tu amor al trabajo, sin tu afán por enaltecer tus ideales

religiosos, todos mis anhelos hubieran sido inútiles; tu voluntad te ha salvado, tu voluntad

me ha impulsado a favorecerte. Nadie más pobre que tú, y sin embargo, ¡cuántos tesoros

llevabas en tu mente!>>

Siguieron correspondencia muchos años, y casi simultáneamente murieron mi madre y

Sofía; esta última consiguió con su perseverancia crearse una gran familia entre los

protestantes, que le dieron honrosa sepultura y dedicaron a su memoria sentidos artículos.

Cuando mi madre la conoció era una mendiga; su firme voluntad en el trabajo le dio una

gran fortuna.

-¿Murio rica?

-No; pero murió amada, y vale más el amor que todos los tesoros terrenales.

-¡Qué buena pareja hubieran hecho Félix y Sofía!

-Es verdad, hijo mío; los dos empleaban su voluntad en ascender por la escala del

progreso. Te he citado estos dos ejemplos, porque a los dos los he conocido, a Félix

personalmente y a Sofía por sus escritos, que mi madre guardaba como oro en paño; héroes

ignorados hay muchos; lo que faltan son Diógenes que los busquen.

-¿Diógenes no iba por el mundo buscando a un hombre?
-Sí, ésa fue su constante ocupación; y por eso te digo que se necesitan muchos Diógenes

que buscaran a los héroes ignorados.

-Pues, mira, mamá, cuando yo sea hombre imitaré a Diógenes, buscaré a los héroes

escondidos en el rincón de su casa.

-Antes de buscarlos, hijo mío, conviértete tú en héroe, empleando la potencia de tu

voluntad en ser útil a tus semejantes; pon tú la primera piedra de la regeneración de tu

época; principia por buscar en ti mismo las virtudes necesarias para ser bueno por tu amor

al prójimo, para ser sabio por tus constantes estudios.

-Sí, sí, quiero emplear toda mi voluntad para ser grande.

-Es el modo mejor de emplear ese don divino que consigue hacer de un infusorio un

gigante. Yo te lo confieso, hijo mío: no me llaman la atención los sabios que han pasado su

infancia y su juventud en buenos colegios y en grandes universidades, porque su sabiduría

ha nacido entre flores, puesto que han tenido a su disposición todos los elementos

necesarios para instruirse y engrandecerse; en cambio, un infeliz que apenas sepa leer y se

dedique a investigar y a querer solucionar los problemas científicos, éste me inspira

profunda admiración, porque comprendo el esfuerzo que hace su voluntad.

-Tienes razón, mamá, tienes razón; y oye, la voluntad empleada en el ahorro también

será muy provechosa, ¿no es verdad?

-Ya lo creo que lo es; mira, ¿te acuerdas de doña Felisa?

-¿Aquella que tenía una casita muy blanca con muchas gallinas y muchos palomos?

-Sí, aquella que nació tan pobrecita que desde la tierna edad de cinco años recorría las

carreteras recogiendo el estiércol, que vendía a los jardineros; a los nueve años entró en una

Granja para guardar ovejas, ganando treinta reales al año, de los cuales no gastaba ni un

céntimo, porque iba sin zapatos ni medias, y el colono de la Granja le daba de comer y la

ropa usada de una de sus hijas. Allí estuvo hasta los 18 años; en ese tiempo le subieron el

salario, y todo lo fue colocando en la Caja de Ahorros; después sirvió en la ciudad, en casa

de un médico, donde ganaba cinco duros mensuales, los cuales unía a su pequeño

capitalito; más tarde se casó, pidiendo a su marido que le dejase emplear sus ahorros en

comprar un terreno para en él levantar una casita; su marido aprobó su plan, y construyeron

la casita blanca, donde tantas veces hemos ido a merendar.

-¡Qué buena era doña Felisa! ¡Me daba más fruta y más dulces!

-Es cierto; le gustaba mucho obsequiar a los niños, y se privaba ella de comer postres

para que se los comieran los chicuelos que siempre la rodeaban.

-¿Ésa también era un héroe ignorado?

-También, hijo mío, también, porque empleó su voluntad durante muchos años en ser

una hermana de la caridad, cuidando a su marido, que tenía una enfermedad muy mala, y

ella le cuidó con el mayor cariño de día y de noche.

-Tú has conocido a muchas personas buenas; ¿las vas buscando?

-Sí, hijo mío, porque las personas buenas son los soles que dan calor a la Humanidad.

-¿Y tú me irás diciendo dónde están esas almas tan generosas que emplean su voluntad

en hacer el bien?

-Ya lo creo que te lo diré; pues yo sostengo lo que dijo Fernán Caballero en una de sus

novelas.

-¿Y qué dijo?

-Prefiero que mi hijo sea bueno a que sea feliz.>>

-Y mañana, ¿sobre qué hablarás mamá?

-Sobre la templanza.

-Ya estoy deseando que llegue mañana.
 
Amalia Domingo Soler

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