viernes, 26 de agosto de 2016

EL CORAJE DE LA FE


De nada vale el brillo de la inteligencia, si el corazón permanece a oscuras.
La reencarnación que no promueve el renacimiento moral de la criatura, no pasa de un acto que no está a la altura de su transcendencia y significado. 
El conocimiento espirita es, sin duda, la mejor oportunidad de concientización para el hombre que pretende liberarse del cautiverio del milenario comodísimo espiritual, apartándose, en definitiva, de las sinuosas sendas de la ilusión, con, hasta entonces, diminuto aprovechamiento de las lecciones que les posibilitan el crecimiento delante de la Vida.
Reflexionando, así, sobre el tenor de vuestras responsabilidades en los deberes que sois llamados a cumplir en la Siembra, una vez que no os será posible más el retroceder, sin grabes comprometimientos de orden karmico, no olvidéis la sabia advertencia que el Maestro dirigió a los cristianos de todos los tiempos: “Todo aquel, pues, que me confesara delante de los hombres, también yo lo confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos; y quien me niegue delante de los hombres, también yo lo negaré delante de mi Padre, que está en los cielos.”

Hijos, perseverad en el testimonio de la fe espirita que abrazasteis, ante la reviviscencia del Evangelio del Señor.

No reculéis ante las pruebas que os son necesarias para vuestro perfeccionamiento.

Sustentad el coraje en la lucha, conscientes de que toda conquista en los dominios del espíritu reclama esfuerzo y sacrificio continuados.

Nadie asciende a las Cimas con paso atado a la retaguardia.

La Doctrina Espirita libera el pensamiento, sin embargo, aquel que busca superar el comodismo intelectual de siglos siempre encontrará oposición. Es natural, pues, que las tinieblas conspiren contra vuestros anhelos de elevación.

Los espíritus, sean encarnados, sean desencarnados, habituados a la monotonía en que viven, habrán de pelear para desalentaros en vuestros nuevos propósitos en la existencia.

Muchos os tentaran con el inmediatismo de los placeres mundanos y con las facilidades materiales del camino. Otros urdirán sofismos, con el intento de apartaros de los objetivos superiores que concentrasteis, en la necesidad de renovación intima.

Sin que perdáis de vista la trayectoria del Cristo, no olvidéis que la obra de la redención humana dice mucho respecto a cada espíritu en particular. La hora de la prueba es una hora solitaria.

En torno, de abucheos e injurias, hostilidad e incomprensión. No es raro, amigos y compañeros, permanezcan a la distancia, contemplándoos las reacciones. Con vosotros, no tendréis por escora, en la áspera subida, otra que no sea la cruz que os pesa en los hombros.

Casi nadie os verá el llanto que se os desliza por la mejilla, confundiéndose con el sudor derramado en el cumplimiento del deber. Inevitable, la sensación de extremo abandono de los hombres, que os debe inducir al bien mayor, confianza en Dios.

Hijos, no cambies lo que es eterno por lo que es transitorio. Aunque bajo duros reveses, insistid en la práctica del bien a los semejantes y tomad la iniciativa del perdón, con la certeza de que el tiempo urge y que, el termino de vuestra caminada sobre la Tierra, no tendréis otro Cielo que no sea la de la conciencia tranquila.


Bezerra de Meneses

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