No lamentes la función o la tarea humilde, en la cual te encuentras edificando el futuro.
Todas las realizaciones, por más grandiosas, no deplores la participación en las aparentes pequeñas contribuciones que, en último análisis, les son fundamentales.
El mejor engranaje puede desarticularse cuando se cae un modesto tornillo.
La maquinaria más sofisticada se estructura con el mineral transformado, antes sin otra utilidad.
Todas las tareas que promueven la vida son de relevante significado.
No es la función que dignifica al hombre, sino este quien la ennoblece.
Realiza, de ese modo, tu deber, con la conciencia de que él es de suma importancia en el concierto general de la vida.
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El esplendor o prestigio y el poder son compromisos graves para aquellos que los detienen.
El esplendor o prestigio fácilmente lleva a la caída, bajo las circunstancias en que se presenta y las facilidades de que se reviste.
El poder, casi siempre, lleva a la corrupción, frente a la transitoria posición de que se hace rodear, con peligros y perjuicios.
El verdadero poder es el del amor, aquel que viene de Dios, que hace hombres fuertes en cualquier función los hace dignos e íntegros, en todas las actividades.
Haz tu parte con el poder del amor y sigue, feliz, hasta tu victoria final.
Joanna de Angelis
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