“Y él, respondiendo, dijo:
El que mete
conmigo la mano en el
plato, ese me ha de
traicionar.” – (Mateo, 26:23)
traicionar.” – (Mateo, 26:23)
Difícilmente el ataque de extraños podría provocar el doloroso Calvario. Los jueces del Sanedrín, personalmente, no se hallaban habilitados a movilizar el siniestro asunto, ni los acusadores gratuitos del Maestro podrían, por sí mismos, efectuar el proceso infamante.
Se reclamaba a alguien que flaquease y traicionase a sí mismo.
La ingratitud no es una planta del campo contrario.
El infractor más temible, en todas las buenas obras, es siempre el amigo desviado, el compañero liviano y el hermano indiferente.
No obstante, el respeto que debemos a Judas redimido, conviene recordar la lección, a favor
del servicio de vigilancia, no solamente para los discípulos en aprendizaje, a fin de que no fracasen, sino también para los discípulos en testimonio para que ejemplifiquen con el Señor, comprendiendo, actuando y perdonando.
En las líneas del trabajo cristiano, no está demás aguardar grandes luchas y grandes pruebas,
considerándose, sin embargo, que las mayores angustias no procederán de los círculos adversos, sino justamente de la esfera más íntima, cuando la inquietud y la revuelta, la liviandad y la imprevisión invaden el corazón de aquellos que más amamos.
De modo general, la calumnia y el error, la defección y la hiel no parten de nuestros opositores
declarados, sino de aquellos que se alimentan con nosotros, en los mismos platos de la vida.
Consérvese cada discípulo plenamente informado, con respecto a semejante verdad, a fin de que sepamos imitar al Señor, en los grandes días.
Emmanuel
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